Peñalcázar, el despoblado de las nubes…

Peñalcázar, el despoblado de las nubes…

3 septiembre, 2022 5 Por Juan Carlos

No quiero reiterarme en la pasión que siento por los lugares abandonados y los despoblados, pero cuando uno visita un lugar como Peñalcázar es imposible contener la emoción que produce visitar un lugar tan asombroso y evocador.

Peñalcázar es un despoblado de la provincia de Soria que se encuentra ubicado en la Comarca del Campo de Gomara y que hoy pertenece al municipio de La Quiñonería. Lo que hace a este despoblado medieval tan especial, es el lugar donde se ubica, ya que se asienta en un emplazamiento espectacular, en lo alto de una muela  conocida como La Peña a más de 1200 m de altura sobre el nivel del mar. Una roca de unos 725 metros de largo por 300 de ancho,  a la que solo es posible acceder a pie y que ejercía de alcázar natural ya que todo su perímetro está conformado por una pared de roca totalmente vertical, que alcanza en algunos lugares más de 30 metros de altura con zonas escarpadas de más de 100.

El beneficio defensivo que este enclave ofrecía al pueblo contrastaba con su adversa climatología que hacía incómoda la  vida de los vecinos y dificultaba el cuidado de animales y plantas. Las fuertes rachas de viento que llegaba espoleado desde la sierra provocan que sobre la cima apenas haya vegetación.

La orografía del terreno, con el Moncayo como telón de fondo, nos da una pista de los antiguos asentamientos en este lugar, algo que viene corroborado por los testimonios y vestigios de las antiguas cavernas y minas del lugar. La montaña donde se asienta el pueblo es una gran roca caliza y a sus pies existía una gran mina de plata que ofrecía trabajo a los habitantes del pueblo, pero con el paso de los años, la mina se fue agotando y quedó abandonada, preludio de lo que le pasaría al pueblo después. En la montaña también existen diversas cuevas naturales en las que se han encontrado restos de antiguos asentamientos humanos como son las cuevas de las Brujas y la del Viñador.

Se sabe que Peñalcázar fue una ciudad Celtíbera y posteriormente romana, de hecho estuvo poblada desde antiguo por Lusones o Arevacos, conociéndose en su origen como Centóbriga o Celtíbriga (Alta Fortaleza). En la edad media, el lugar era conocido como Alcaçar lo que nos indica su origen árabe y posteriormente pasó a llamarse Peña de Alcázar. Su situación privilegiada convirtió a la villa fortificada en un lugar estratégico ya que desde lo alto de este emplazamiento se dominaban y controlaban los valles del Rituerto y Araviana, así como los del Manubles y el Jalón.

Según consta en el Cantar del Mio Cid, tras la fortificación de los tres castillos más importantes de la zona como eran Peñálcazar, Ateca y Terrer, el caballero recibió el pago de Parias, que era un impuesto que pagaban los Reyes de Taifas (1031-1492) a los reyes Cristianos para que no les atacaran y para que, al mismo tiempo, fueran protegidos de los enfrentamientos que se producían entre los propios reinos de Taifas o los que se pudieran producirse de otros reinos cristianos. 

Más allá de las hazañas del CID contra los moros, Peñalcázar y sus alrededores continuaron siendo escenario de otro tipo de batallas como las que enfrentaron a castellanos y aragoneses, llegando incluso a estar ocupada en 1447 por el reino de Navarra. Finalmente es el reino de Aragón el que se hace con el control de la fortaleza en 1706 y aunque los franceses intentaron tomarla en 1810 en el transcurso de la Guerra de la Independencia, no lo consiguieron.

A la caída del antiguo régimen (1789-1799) el pequeño pueblo se constituye como municipio constitucional en la región de Castilla la Vieja, dentro del partido judicial de Soria, contando en el censo de 1842 con 65 hogares y 266 vecinos. Es entonces cuando constituye su propio ayuntamiento, construye una escuela y llega a disponer de una iglesia con cura y hasta tres ermitas. La vida en Peñalcázar estuvo sustentada por el trabajo en las antiguas minas y vivían a base del cultivo de legumbres y cereales y gracias a la cría de ganado y bueyes para trabajar el campo.

La vida en Peñalcázar no era fácil y de eso eran conscientes las diferentes autoridades que eximieron a sus habitantes de pagar tributos para evitar la migración a la parte baja de la meseta, no obstante, el declive de Peñalcázar empieza principalmente cuando se agotan las minas de plata y plomo y las empresas echan el cierre. De este modo, La Peña pasó de tener 266 habitantes en 1848 a tan solo 6 vecinos en poco más de cien años.

En su día el pueblo estaba protegido por una muralla de la que todavía quedan algunos vestigios y según el “Corpus de Castillos Medievales de Castilla” Peñalcázar contaba con dos entradas protegidas por dos grandes puertas de hierro de las que ya no queda nada. Junto a la muralla es posible distinguir los restos de una antigua torre junto a la cual se conserva un aljibe con su pila y sus caños.

También se conserva la estructura de su iglesia parroquial dedicada a San Miguel (S.XV) de fábrica gótico-renacentista, aunque tiene la mayor parte de su cubierta derrumbada. En la parte de la techumbre que aún se conserva pueden verse nervaduras góticas decoradas con medallones representados con la flor de Lys, las llaves de San Pedro o motivos florales. También es posible ascender por la escalera de caracol hasta lo alto de la torre  -no sin cierto peligro- desde donde tenemos una bonita perspectiva del pueblo y sus alrededores.

En la parte exterior de su muro oeste también se distinguen 4 medallones con motivos florales y en lo alto de la torre, hace equilibrio una pequeña espadaña construida en ladrillo.

La localidad fue abandonada en la década de 1960, debido a que el acceso al pueblo se hacía a pie y no había agua, contando entonces con 4 hogares y 12 habitantes. Esto provocó un éxodo rural hacia pueblos y ciudades principalmente cercanos. Abandonada también está su antigua mina de galena argentífera de la que se extraía plata.

Entre sus construcciones, solitario, en un lugar apartado, podemos acceder a lo poco que queda de su campo santo en el que tan sólo sobreviven un par de piedras sobre las que otrora se erguían sendas cruces de hierro. El enclave está bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto del 22 de Abril de 1949 y la ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español y el sitio se ha declarado como Monumento Nacional.

Hoy, la mayor parte de las casas se han venido abajo y sólo conservan parte de sus muros aunque aún se conserva parte de un antiguo establo, seguramente de ganado ovino.

A lo lejos de la peña, en un rincón, apartada, se encuentran los restos de una ermita del S. XVIII. dedicada a San Roque a la que seguramente se dedicaría alguna romería. Todos los 29 de septiembre Peñalcázar celebraba sus fiestas dedicadas a San Miguel Arcángel, su patrón.

A los pies de la montaña, junto al camino de ascenso, sobrevive un gran pilón poblado por una ingente cantidad de ranas y sapos, alimentado por un caudaloso caño del que sigue brotando agua sin parar.

Si hacemos un recorrido por el perímetro de La Peña podemos ver junto al escarpe de la ladera norte parte del muro de lo que parece un torreón defensivo de forma cuadrada.

Por el otro lado, en la pared sur de la roca, se encuentra la entrada a la llamada cueva de las brujas, a la que se puede acceder escalando por una cadena de hierro.

Un poco más adelante, llegando a la entrada principal, podemos ver parte de los muros defensivos, algunos conservando su forma almenada.

Los habitantes de Peñalcázar se fueron y hoy solo conviven en este recóndito lugar el silencio y el olvido que nos dan buena muestra de lo efímera que es la vida, no solo de las personas, sino de los lugares que como este, sobreviven sólo gracias al vago recuerdo de aquellas personas que, como yo, gustamos de pasear por sus calles y rincones  inspirados por una mezcla de evocadores sentimientos. Y allí, rodeados de paz, nostalgia  y melancolía, Peñalcázar nos abraza con su atronador silencio en un intento a la desesperada para que no nos marchemos, pidiéndole al viajero, que no deje que su recuerdo caiga en el olvido.