EL SANATORIO DE VIANA

EL SANATORIO DE VIANA

16 mayo, 2015 0 Por Juan Carlos

No todos los edificios abandonados o todas las ruinas tienen por qué poseer historias o leyendas misteriosas sobre hechos insólitos o trágicos, pero tienen un pasado que parece quedarse impregnado en su entorno. Lo cierto es que estos lugares inspiran en las personas diversos sentimientos, nostalgia, curiosidad, miedo, etc… Lugares que parecen poseer un magnetismo especial para muchas personas -entre las que me incluyo- generando un efecto llamada inevitable. Es por ello, que estos lugares son elegidos por los amantes del misterio para realizar investigaciones en busca de pruebas de que existe esa «otra realidad». También es cierto que estos lugares son elegidos para otro tipo de actividades y en especial para esa gente que no tiene otra cosa mejor que hacer que destrozarlo todo y llenarlo de pintadas absurdas.

El lugar del que os voy a hablar es uno de los edificios abandonados de referencia en la provincia de Valladolid en cuanto al tema paranormal se refiere, como es el “mal llamado” Sanatorio de Viana, y digo mal llamado porque, aunque este mastodóntico edificio se encuentra a escasos 500 metros del pueblo de Viana de Cega, el pinar que lo acoge pertenece realmente al término municipal de Boecillo, de hecho, se encuentra enclavado junto a la carretera que une ambas localidades. El edificio es frecuentado día y noche por una auténtica romería de curiosos en busca de emociones fuertes, buscadores del misterio, investigadores de lo paranormal, grupos de jóvenes que se refugian en su interior para llevar a cabo fiestas clandestinas y botellones y otros tantos incautos que no tienen otra mejor cosa que hacer, que acercarse al lugar a reventar todo cuanto pillan a su paso o llenar de pintadas sus paredes o  si es que queda alguna libre de maltrato.

El edificio se inauguró el 17 de mayo de 1954 en terrenos cedidos por el Ayuntamiento de Boecillo al Patronato Antituberculoso que dependía del Estado. El viejo edificio ocupa 2.6 hectáreas de las 10 que tiene su parcela y el coste de su construcción superó los 30 millones de las antiguas pesetas. El edificio sirvió de Sanatorio Antituberculoso y sus 2.600 metros cuadrados llegaron a componer un complejo sanitario de 6 plantas con capacidad para albergar 350 camas.

 
Sanatorio de Boecillo en su inauguración como centro de Enseñanza Especial.

La tuberculosis en aquella época era una enfermedad complicada y ello provocó la muerte de muchos de los pacientes ingresados en este lugar hasta el punto, que según dicen se tuvo que ampliar el cementerio de Boecillo para acoger los fallecidos y en ocasiones, el depósito de cadáveres que tenía el propio edificio en el sótano se vio desbordado. Esta enfermedad era considerada grave y muy contagiosa por eso se aislaba a los pacientes en sanatorios como este, ubicados lejos de las ciudades y con corrientes de aire saludables. La intención de aquel aislamiento era curarles, aunque muchos de ellos ingresaban ya esperando la muerte.

A los pocos años de uso, concretamente en 1963, el sanatorio se clausuró inexplicablemente de tal modo que los enfermos tuvieron que ser trasladados a los centros de otras provincias. No se encontró explicación para el cierre de este sanatorio puesto que, tanto sus instalaciones, como su ubicación, así como el elevado coste de su construcción lo hacían incomprensible y más, siendo este el único sanatorio del Patronato Nacional Antituberculoso existente en la provincia de Valladolid.

Dos años más tarde, en 1965, los vecinos de Viana de Cega que veían cómo los chavales del pueblo merodean el edificio y temerosos de que alguno de ellos pudiera sufrir algún accidente, reclamaron al ayuntamiento de Boecillo y a la Junta de Castilla y León que dieran utilidad al edificio que ya llevaba abandonado dos años y que empezaba a sufrir un estado de deterioro importante.

Es en 1970 cuando la Diputación Provincial de Valladolid se hizo cargo del edificio, invirtiendo de nuevo cerca de 20 millones de pesetas para transformarlo en un centro de educación especial y tratamiento de menores deficientes. El problema surgió en este caso porque solo se habilitaron las 3 plantas inferiores, quedando el resto del edificio sin uso y el elevado coste de manutención provocó que sólo permaneciera activo durante 3 años.

Durante el tiempo que se utilizó como Centro de Educación Especial no faltaron trágicos sucesos, desde muertes por enfermedades, accidentes o incluso hay quien ha reportado algún suicidio. Tras cesar su actividad como centro de educación especial, los años siguientes estuvo acogiendo campamentos de verano y el edificio se quedó sin uso en 1982 y aunque hubo un guardia custodiando el edificio durante algunos años, el vigilante entregó las llaves a la Diputación en 1994 quedando definitivamente abandonado a su suerte.

Después de 30 años de abandono, uno puede hacerse una idea del deterioro al que ha sido sometido el edificio. El estado en el que se encuentra es lamentable, una muestra de la capacidad del ser humano para destrozar todo a su paso, no queda una habitación sana, se han tirado tabiques, arrancado baldosas del suelo, los techos de escayola han sido inexplicablemente derrumbados y persianas, puertas y ventanas quemadas o arrojadas fuera del edificio.

El edificio consta de cuatro plantas y un sótano, más el bajo cubierta. Cuenta con una capilla  y frente al acceso principal esta la piscina.

Para que nos hagamos una idea de hasta dónde ha llegado el destrozo de este lugar, hasta aquí han llegado personas dotadas de generadores y radiales cortando todas y cada una de las barandillas de los balcones para venderlo como chatarra. Todo el cableado eléctrico ha sido arrancado de las paredes lo mismo que los radiadores y las tuberías de agua. De igual forma se han troceado los ascensores y hasta una gigantesca caldera que hace años podía verse en el sótano ha sido desmantelada.

Aun así, el lugar es atractivo para los amantes del misterio y para todos aquellos que quieran vivir emociones fuertes. Caminar de noche por sus interminables y tétricos pasillos, ver como anochece entre un mar de árboles quedando aislados en medio de la oscuridad, o incluso leer alguno de los cuadernos de los niños que aquí fueron tratados -si tenemos la fortuna de encontrarlos- pueden ser algunos de los alicientes que encontremos en este lugar.

No faltan los grupos de jóvenes que organizan fiestas en alguna de las salas del sótano y sin duda es un buen lugar -pues la ruina y la desolación también tienen cierta belleza- para realizar buenas fotos. 

El oscuro pasado del edificio y los acontecimientos que se han vivido en su interior, hacen hoy de este sitio un lugar siniestro dando pie a todo tipo de leyendas. Sombras que recorren su interminables pasillos, voces y gritos de niños en medio de la noche, cambios bruscos de temperatura y toda una suerte de fenómenos extraños que ocurren sobre todo, al caer la noche.

Por si no fuera suficiente, la tranquilidad y la soledad de este lugar se vio alterada en 1992 cuando, el lunes 20 de julio de ese año, se alertó de la desaparición de Leticia Lebrato, una joven de 17 años de Viana de Cega. A las 21:30 horas de aquel día las campanas de la villa tañían insistentemente haciendo un llamamiento a todos los vecinos para organizar grupos de búsqueda. El rastreo se extendió por los pinares, por las márgenes del río Cega y por el interior de este edificio. Se movilizaron 28 efectivos de la Guardia Civil de varios pueblos de los alrededores así como numerosos voluntarios.

Al día siguiente, es decir el martes 21 a eso de las 18:30 horas, unos jóvenes del pueblo localizaron el cuerpo de Leticia en una zona del pinar conocida como Cañada del Monte. Al día siguiente, la prensa local titulaba de este modo el macabro hallazgo “Cuatro dedos que salían de la tierra permiten hallar el cadáver de la joven desaparecida en Viana de Cega…”. El cuerpo de la joven Leticia se encontró con indicios de haber sido violada y con once puñaladas que acabaron con su vida, cuatro en la parte del cuello y siete en el tórax. Se da la circunstancia, de que tres semanas antes había sido hallado el cuerpo de la niña de 9 años Olga Sangrador, en los pinares que unen Viana de Cega con la localidad de Tudela de Duero, a tan solo 12 kilómetros de distancia. La pequeña había sido violada y brutalmente asesinada por Juan Manuel Valentín Tejero, un peligroso depredador sexual que aprovechó un inexplicable permiso de 9 días para cometer el horrendo crimen y que no mostró en ningún momento síntomas de arrepentimiento ni de compasión hacia la víctima.

Fue el 17 de noviembre de ese año, cuando se arrestó en La Coruña a Pedro Luis Gallego Fernández, más conocido como “El Violador del Ascensor” por la violación y el asesinato de Leticia, atribuyéndosele además otras 7 agresiones sexuales. Este desalmado había sido puesto en libertad el año anterior por los mismos delitos y 7 meses antes, en enero de 1992, había acabado también con la vida de Marta Obregón asestandola catorce puñaladas. El “violador del ascensor» fue juzgado y condenado a 50 años de prisión. Años más tarde, el 14 de noviembre de 2013, Pedro Luis Gallego fue de nuevo juzgado y condenado a 273 años de cárcel pero fue puesto en libertad ese mismo día al quedar derogada la doctrina Parot por el Tribunal de Estrasburgo. Justicia lo llaman…

Volviendo al tema del Sanatorio, la primera vez que visité este lugar fue allá por el año 2012 y a lo largo de estos años, he visitado el lugar en numerosas ocasiones y tengo que decir, que las primeras visitas las hice como muchos, llamado por la curiosidad de husmear en su interior aunque sinceramente, nunca me llamó especialmente la atención ya que para mi no era más que un enorme edificio ruinoso, vacío y sin alma, alimentado solo por leyendas urbanas que para mi no eran más que eso. De hecho, tras las primeras visitas dejé de acudir al lugar por el peligro latente que existe de caer al vacío, sufrir algún accidente o que te caiga en la cabeza algún cascote arrojado por algún imbécil de los que se dedican a destrozar el sitio. 

No obstante, mi percepción sobre el sanatorio y sus alrededores fue cambiando a lo largo de los años cuando empecé a leer artículos y ver videos en internet que hablaban sobre inquietantes fenómenos en este lugar y sobre todo, cuando empecé a recoger testimonios de personas que me contaron de viva voz las sorprendentes experiencias que tuvieron en el interior de este edificio, todas ellas alimentadas por su macabro pasado por los supuestos espíritus que moran en su interior.

En la mayoría de ellos se habla de ver pasar sombras o extrañas figuras, bajadas bruscas de temperatura, incomodidad, angustia, sentirse observado, mareos o malestar generalizado.  Son muchas las personas que se adentran en el lugar las que hablan de extrañas experiencias en diferentes zonas del edificio pero es la segunda planta la que se ha ganado la fama de ser el lugar con más actividad. Numerosos testigos hablan de ver o escuchar a una niña en esta planta o incluso a una monja, relacionando este hecho con la presencia de las Hijas de María Santísima del Huerto que ejercieron una labor sanitaria y de atención a los enfermos. 

También son numerosas las pruebas recogidas en el interior del sanatorio por grupos de investigación o personas vinculadas al misterio tales como variaciones del campo electromagnético, excitación de sensores de movimiento, captación de raps, fotografías con acumulacion de orbs y psicofonías o respuestas a través de diferentes medios las que evidencian que algo fuera de lo normal ocurre dentro de este edificio.

Investigación llevada a cabo por el Grupo Misterio Norte.

Otra de las leyendas habla de como un hombre vestido de negro, se adentró en la capilla y realizó un ritual en el que abrió una puerta por la que entro un ente malvado que ejerce su poder sobre el resto de almas o entidades que cohabítan entre los muros del edificio. De las personas con las que yo me he entrevistado, una de ellas que afirma tener ciertas capacidades me contó este mismo relato indicando demás, que esta entidad puede ejercer su poder también sobre las propias personas y que su influencia es la que provoca el malestar o los mareos en algunas personas, o que incluso es capaz de inducir pensamientos suicidas. (…)

Otro de los lugares referenciados es la piscina, donde se habla de que una niña llamada Ana murió ahogada y donde hoy es posible registrar llantos, sollozos o incluso extraños sonidos como de alguien que parece agonizar.

En un reciente artículo aparecido en la web cadizdirecto.com  y cuyo enlace esta al final de esta entrada, se puede leer la experiencia de una de estas personas:

Joaquín Álvarez nos narra su experiencia: “Fuimos allí un grupo de amigos para explorar aquello y tratar de grabar algo. Al principio todo fue muy bien, muy tranquilo. Aquello está hecho polvo y nos pusimos en una habitación que estaba en mejor estado en la segunda planta. Allí, pues hicimos lo típico. Preguntar y esperar a registrar algo. Pero lo que nos asustó fue que en una de esas preguntas de ¿Cómo te llamas? algo respondió -Juan-, fue algo que escuchamos perfectamente. Entonces vimos pasar una silueta por la puerta donde estábamos y cuando nos asomamos lo único que vimos fue una sombra que se alejaba y hacía mucho frío, era como si allí la temperatura bajara varios grados”.

De los testimonios que yo he recogido, el más sorprendente es del de Cristina, una mujer que en 2020 me contó la experiencia que tuvo cuando, acompañada de dos conocidos -un chico y otra chica-, decidieron ir al sanatorio por la noche para conocer el lugar y ver si las leyendas que cuentan sobre el edificio son ciertas. Así, Cristina me contó lo siguiente:

 

“Llegamos al Sanatorio sobre las ocho de la tarde, no recuerdo el día exacto pero era Julio de 2018. Al llegar había más gente, así que exploramos el edificio y fuimos haciendo tiempo a ver si con suerte la gente que había por allí merodeando se marchaba. La noche fue cayendo y llegó un momento que nos quedamos solos, pero a eso de las 22:00, vimos desde una de las terrazas unas luces en el pinar. Era otro grupo de personas con linternas que venían al Sanatorio. Al poco, nos topamos con ellos en uno de los pasillos, era un grupo de tres personas, un chico y dos chicas que habían acudido a lo mismo que nosotros pero con algo de instrumental. Nos unimos a ellos y fuimos recorriendo diferentes partes del edificio. Uno de ellos llevaba una grabadora en la mano y recuerdo que cada cierto tiempo parabamos a escuchar si se había grabado algo. Una de las veces empezamos a oír niños gritando, como si fuera un patio de colegio, pero lo más sobrecogedor fue cuando, tras recorrer un pasillo, paramos para hacer una nueva escucha y empezamos a oír a un niño gritando, pero esta vez eran gritos como de dolor, de sufrimiento, aquello me puso los pelos de punta. También recuerdo perfectamente como cuando estábamos por la zona del depósito de cadáveres, vi pasar como un orbe luminoso, solo lo vi yo, ya no se si estaba alucinando o que, pero era como si delante de mis narices hubiera pasado una luciérnaga. Pero sin duda, lo más impactante y lo que más miedo me dio, fue lo que pasó en una de las plantas de arriba, no te sé decir en cual. Nos metimos en unos baños o duchas y nos pusimos en círculo. Estuvimos un rato en silencio. Luego, el chico del otro grupo, un chico grande, corpulento, empezó a hacer preguntas; ¿Hay alguien aquí? ¿Queréis decirnos algo? Seguidamente empezó a llamar a los niños que habíamos escuchado en las grabaciones y a repetir insistentemente “venir a jugar conmigo, no tengáis miedo, venga, venir a jugar conmigo”, repitió aquella frase varias veces hasta que de pronto, el chico pegó un salto y empezó a gritar, “hostia lo tengo encima, se me ha subido encima!!”  salió disparado de donde estábamos y no paraba de gritar. El chico tenía cara de auténtico pánico y yo me acojone totalmente. Salimos detrás de él hasta que conseguimos alcanzarlo. Cuando se calmó, le preguntamos qué había pasado y nos contó que alguien se le había subido a la espalda, -era como cuando coges a un niño a caballito, se me ha subido a la espalda y me ha agarrado por el cuello- dijo el chico. Pensé que era una broma y se estaba quedando con nosotros, pero el chico empezó a notar un escozor en el pecho y al bajarse el cuello de la camiseta vimos que tenía varios arañazos, eran como marcas de arañazos de una mano pequeña, como la de un niño o una niña. Después de aquello la pareja que venía conmigo y yo salimos pitando y nos marchamos a casa. No he vuelto a ir por allí, pero ahora que ha pasado tiempo de aquello sí me gustaría volver”.