CERNÉGULA, el pueblo de las brujas…

CERNÉGULA, el pueblo de las brujas…

22 diciembre, 2018 1 Por Juan Carlos

Cernégula es un pequeño pueblo de apenas 70 habitantes, cuya tradición oral ha hecho que haya quedado bautizado como el pueblo de las brujas. Uno de tantos. El pequeño pueblo Burgalés se encuentra situado en la Comarca del Alfoz, dentro del Páramo de Masa.

El pueblo aparece citado por primera vez en 1094 como Cernocha y en 1139 como Cernega. Cernega deriva de Cerna o Cerne (ceniza) procedente del latín “Cinerem” que daría significado al nombre del pueblo como Cenizal. Más tarde el nombre derivó al que mantiene hoy como Cernégula.

 

A mediados del siglo XIX absorbió a la población de Quintanajuar quedando esta despoblada. El pueblo conserva sus tradicionales caseríos de piedra y destaca su iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Natividad, cuya portada gótica (siglo XV) está blasonada y protegida por un pórtico. Conserva una espadaña de un templo anterior (siglo XIII-XIV) y una hornacina barroca (siglo XVIII) en la cabecera.

 

En otro tiempo esto era “tierra quemada”, un lugar maldito porque era frecuentado  por brujas y mujeres malvadas que llegaban allí montadas en sus escobas procedentes de todos los puntos de la región, incluso de Asturias y Cantabria, para reunirse junto a la Laguna de Cernégula. Sean mitos o leyendas, lo cierto es que la historia de la charca como punto de reunión y aquelarres de las hechiceras, han dejado marcado al pueblo para la posteridad como el pueblo de las brujas.

Una extraña fuente de piedra a la entrada de Cernégula
Solitaria en medio de la nada se encuentra esta fuente con forma de caracola

LA LAGUNA, PUNTO DE ENCUENTRO Y AQUELARRES

 

Junto al pequeño pueblo, a la salida de una de sus calles que va a dar a las tierras de sembrado se encuentra una pequeña laguna conocida popularmente como “La Charca” o “La Pila” que se nutre de aguas pluviales y procedentes del deshielo. Hasta sus aguas se acercaban los arrieros para dar de beber a sus animales, hasta que un día, pasó que las oscuras aguas de la laguna empezaron a hundir a las bestias como si de arenas movedizas se tratase, hasta tragarselas por completo, sin que su desesperado dueño pudiese hacer nada para evitarlo.


De boca en boca fue corriendo la noticia y empezaron a surgir leyendas entorno al lugar, como la que contaba que todos los sábados del año, por la noche, las brujas montañesas salían volando por sus chimeneas montadas en escobas o transformadas en cárabos rumbo a Cernégula, donde celebraban sus reuniones y sus ritos. Tras untarse un ungüento a base de cicuta, solano, hierba mora, mandrágora, adormidera, ruda y beleño gritaban; “Sin Dios y sin Santa María, por la chimenea arriba” se echaban a volar sobre sus escobas para encontrarse en el aquelarre de La Charca.

La Charca o laguna de Cernégula

Una vez allí reunidas, preparaban pócimas y bebedizos alucinógenos, se untaban pomadas mágicas, bailabas hasta el paroxismo, y llevaban a cabo actos lascivos hasta que cantaba el gallo. Todo esto en presencia de Satán, Belfegor o Astaroth, quienes presidían el ritual.

 

Estos datos, aunque fantásticos, han sido extraídos de un manuscrito de 1610, que recoge las declaraciones de varias brujas convictas que realizaron tras los interrogatorios llevados a cabo por el Santo Oficio.

 

Las últimas referencias que la tradición cuenta sobre las brujas en el lugar, hace mención a tres hermanas solteras que regentaban allá por la mitad del siglo XVII un mesón existente en Pozo Rubio, un despoblado medieval situado en el camino de Cernégula-Sedano.

 

Como recuerdo de aquel pasado, algunas de las casas del pueblo lucen en sus tejados veletas que muestran a una bruja sobre su escoba. Estas leyendas quedaron tan arraigadas en el acervo popular que escritores como José María Pereda en el siglo XIX y Julio Caro Baroja en el siglo XX las recogieron en sus obras.

Hasta hace poco podía verse en el centro de la laguna una peana de piedra coronado por la imagen de una bruja. La “charca” es hábitat natural de peces, sapos, culebras y frecuentada en época estival por multitud de insectos, entre los que destacan las grandes e imponentes libélulas que sobrevuelan las cabezas de todo aquel que se atreve a acercarse al lugar. Todo un espectáculo digno de brujería.