SANABRIA Y RIBADELAGO, de la leyenda a la tragedia…

SANABRIA Y RIBADELAGO, de la leyenda a la tragedia…

4 octubre, 2020 1 Por Juan Carlos

SANABRIA Y RIBADELAGO, de la leyenda a la tragedia…

El Lago de Sanabria es un entorno natural sin parangón, es uno de esos lugares que atrapa la vista con tanto magnetismo que apartarla requiere de cierto esfuerzo y donde el tiempo se detiene cuando la mirada queda cautivada por el embrujo de sus tranquilas aguas colmadas de leyendas. Sin embargo, este lugar que tanta paz desprende hoy, también fue protagonista de una gran tragedia cuando sus aguas quedaron atestadas de cadáveres.


El Lago de Sanabria se encuentra al noroeste de la provincia de Zamora y forma parte del Parque Natural Lago de Sanabria y Sierras Segunderas y de Porto. Su extensión de 3,47 kilómetros cuadrados y sus 53 metros de profundidad máxima  lo convierten en el mayor lago natural de la Península Ibérica y el mayor de Europa de origen Glaciar. Este espacio fue declarado por la UNESCO como parte de la “Reserva de la Biosfera Transfronteriza”. El lago forma parte del caudal del río Tera, río que nace en la Sierra de Trevinca vertiendo sus aguas al lago, que se las devuelve en su salida natural, para acabar sumando su caudal al del río Esla.

LA LEYENDA DEL LAGO

 

“Campanario sumergido

de Valverde de Lucerna,

toque de agonía eterna

bajo el agua del olvido”

(Miguel de Unamuno)

 

El 1 de junio de 1930 Miguel de Unamuno visitó el Lago de Sanabria y sus encantos -o su embrujo- le sirvieron de inspiración para escribir el libro “San Manuel Bueno, mártir” que incluye dos poemas, uno referido a San Martín de Castañeda y el segundo referido a la leyenda de Valverde de Lucerna.

 

El lago de Sanabria es hoy un entorno natural maravilloso, un remanso de paz y a la vez un centro de diversión para las muchas personas que, sobre todo en verano, se acercan hasta el lugar para refrescarse en sus aguas y pasar un bonito día de campo. No obstante, una leyenda vendría a contar como este pacifico enclave se originó tras un acontecimiento que sepultó bajo sus aguas a un antiguo pueblo que aquí existía y a todos sus habitantes.

El pueblo, que hoy estaría en lo más profundo del lago, se llamaba Villaverde de Lucerna(*) y la leyenda parte del mito de la destrucción diluvial.

 

(* Nota aclaratoria: Entre las diferentes versiones de esta leyenda es posible encontrar diferentes nombres del pueblo sumergido en el lago, los más comunes son; Valverde de Lucerna – Villaverde de Lucerna – Villalverde de Lucerna)

 

Todo ocurrió una noche del 22 al 23 de junio, noche de San Juan, cuando  una fuerte tormenta de truenos y relámpagos tenía recluidos a los vecinos de Villaverde de Lucerna en sus casas, al mismo tiempo que descargaba agua de forma torrencial. No fue este diluvio el que dejó al pueblo sumergido en el lago. En el momento del temporal, un mendigo llegó al pueblo e intentó buscar refugio en casa de alguno de los vecinos del pueblo. De esta forma, el mendigo fue tocando puerta por puerta buscando que, por caridad, alguien le prestara cobijo y alimento sin conseguir que nadie se apiadase de él. 

 

Aquel pobre hombre había desistido en su empeño y retomó su camino cuando, ya a la salida del pueblo, sobre un alto, encontró una casa donde en un horno de leña dos mujeres se afanaban en cocer pan. Aquellas dos mujeres no dudaron en prestar ayuda al pobre hombre que llegaba ahogado en su ropa mojada. Le dieron cobijo al calor del horno para secar sus ropajes y metieron en el horno un pequeño panecillo para dárselo a comer al viajero. Ante su sorpresa, aquel panecillo comenzó a crecer de tal forma que fue imposible sacarlo del horno, por lo que tuvieron que cortarlo en trozos más pequeños sin que milagrosamente el pan se quemase y de tal forma que pudieron ofrecer uno de los trozos a su huésped.

 

Hecho esto, aquel hombre se presentó entonces como Jesucristo y dió gracias a las dos mujeres por su hospedaje y su caridad, a las que advirtió de que no salieran de la casa durante la noche. Seguidamente, se puso en marcha aquel mendigo transformado ahora en Jesús, queriendo infligir un duro castigo a los habitantes de Villaverde de Lucerna por su egoísmo y falta de caridad. Así, antes de abandonar aquellas tierras, se situó en lugar y dijo:

 

“Aquí clavo mi bastón

aquí salga un gargallón”

 

“Aquí clavo mi ferrete

aquí salga un gargallete”

 

“Aquí finco mi rodilla

aquí salga una gargantilla”

 

En ese momento comenzó a brotar un caudaloso manantial de tal forma que en poco tiempo el pueblo quedó sumergido en el agua y con él, todos sus habitantes, quienes perecieron a causa de ese castigo divino y cuyos cuerpos quedaron en lo más profundo de lo que hoy es el Lago de Sanabria. Lo único que quedó a salvo fue la casa donde se encontraba el horno de leña con las dos mujeres. 

 

Algunas versiones aclaran, que Jesús infligió este cruel castigo ya que los habitantes del pueblo se encontraban fuera de la gracia de Dios debido a su falta de caridad. De la misma forma, muestro las diferentes frases que aparecen en las diferentes versiones de esta leyenda, acerca de lo que dijo el mendigo para que empezase a brotar el agua. Por último, el lugar donde se situaba el horno que se salvó de la inundación, la leyenda lo sitúa a la salida del pueblo, sobre un alto, pero algunas versiones aclaran que el horno se encontraba en la pequeña isla que hoy existe en el lago, isla conocida como la Isla de las Moras y de la que luego hablaré, pues tiene su propia leyenda.

LAS CAMPANAS

 

Parece ser, que días después de aquel suceso, un vecino de la zona quiso rescatar las campanas de la iglesia del fondo del lago, ayudado por un toro y un buey. El toro se llamaba Redondo y el buey Bragado. En su esfuerzo por intentar arrastrar las campanas hasta una de las orillas, los dos animales se iban diciendo el uno a l otro:

 

“Tira Redondo,

-No puedo, que voy por lo más hondo.

Tira Bragado

-No puedo, porque he sido ordeñado.”

 

Al final, el toro (Redondo) consiguió sacar una de las campanas en uno de sus cuernos mientras que Bragado no pudo sacar la otra que se hundió en el lago, de forma que se escuchó una voz que decía:

 

“Tu te vas Verdosa, yo me quedo Bamba y hasta el final de los días no seré sacada”

 

Según la leyenda, la campana que se recupero del lago se encuentra en el campanario de la iglesia de San Miguel Arcángel  de Vigo de Sanabria.

Se dice, que en la noche de San Juan, si la noche está tranquila y te acercas a la orilla, es posible escuchar el tañido de la campana que quedó sumergida en el fondo del lago, como si tocaran a muerto, hecho este que ocurre para recordar el pecado que hizo desaparecer al pueblo bajo las aguas. Este fenómeno solo puede escucharlo quien esté en gracia de Dios o sea una persona de bien… Yo no debo serlo.

EL FANTASMA DEL LAGO

 

Un lago como este, es raro que carezca de su propio monstruo, leyendas típicas de estos lugares al más puro estilo Lago Ness. Pero a falta de monstruo, el Lago de Sanabria tiene un fantasma. Esta es una historia poco conocida pero que se encuentra en el haber de las leyendas recogidas en los últimos 50 años sobre el Lago de Sanabria. La leyenda de su fantasma dice lo siguiente:

 

Vivía en los contornos del lago un hombre de mala vida, alejado de la gracia de Dios y siempre intentando hacer el mal. Cuando este hombre falleció, los vecinos del pueblo, entendieron que su alma no era digna de entrar en los cielos y tiraron su cadáver al lago condenandolo a vagar eternamente por aquel lugar. Ocurrió al cabo de un tiempo que el fantasma de este hombre comenzó a aparecerse ante los lugareños y así lo afirmaron varios vecinos que pudieron ver por la noche, en las inmediaciones del lago, el espíritu de este hombre queriendo hacer el mal, ya que según decían “era un individuo que ni por equivocación hacía bien a nadie”. Algunos de los testigos afirmaron haber visto a este alma errante junto a la pesquera, a la orilla norte y cerca del balneario.

 

Fue en este último lugar, cerca del balneario, donde una noche este espíritu tuvo que ser perseguido por varias personas. Una noche de invierno, estando los caseros de un hotel en una sala junto a sus criadas, una de estas se asomo a la ventana y se volvió con la cara desencajada gritando “en el lago hay una luz, en el lago hay una luz…”

 

Todos los presentes se asomaron a la ventana pudiendo comprobar como una luz se desplazaba por los alrededores del hotel. El casero comentó que aquello no era cosa buena y echando mano de un crucifijo salió corriendo en busca de aquella luz y detrás de él, su mujer y sus criadas. La noche estaba muy oscura y la luz comenzó a moverse desde frente del hotel en dirección al balneario y en su persecución, esta aparecía y desaparecía a intervalos. Tras media hora de persecución, consiguieron dar alcance a la misteriosa luz en la cercanía del balneario, pudiendo comprobar como aquel misterio era el espíritu del hombre malo. Inmediatamente el casero agarró fuertemente el crucifijo y presentándolo dijo:

 

“Míralo, en esta cruz murió por nuestros pecados. Si eres cosa de este mundo, di lo que quieres; si eres del otro, vete al infierno”

 

En ese momento la luz se desvaneció y desde entonces, nadie ha vuelto a ver al espíritu errante de aquel hombre maleante. 

EL MISTERIO DE LA ISLA DE LAS MORAS

 

No le falta de nada al Lago de Sanabria que también tiene su pequeña isla del tesoro, pues el pequeño islote que se encuentra en uno de sus extremos, evoca leyendas similares a las de las islas de los mares más remotos, tesoro incluído. La pequeña isla es conocida como la Isla de las Moras y algunas versiones de la leyenda de Villaverde de Lucerna sitúan la casa del horno de leña en este pequeño peñasco, advirtiendo además que “La isla donde estaba el horno tiene la gracia de que jamás queda por debajo del agua, por mucha crecida que haya”.

 

Las leyendas sobre la isla hablan de una misteriosa construcción en aquel lugar que algunas versiones vinculan al monasterio de San Martin de Castañeda, aludiendo además a la formación del lago:

 

“En el centro del lago, en una isla pequeña, había una casita de curas, que se trasladaron a San Martín de Castañeda. Dios y San Pedro vinieron vestidos de mendigos pidiendo pan a las gentes del pueblo y se lo negaron y entonces el pueblo fue sumergido en las aguas”.

 

No obstante, parece ser que algo de cierto hay sobre la existencia de una construcción sobre la isla y en el marco histórico podemos encontrar algunos datos de interés.

 

En 1398 Enrique III entrega la villa de Benavente junto a otras villas y varias tierras al caballero portugues D. Juan Alonso Pimentel, que fue el primero de una dinastía de nobles que se mantuvo hasta el S.XIX. Esta dinastía quiso hacer gala de su distinción y poder a través de numerosas y ostentosas construcciones como fortalezas, torres, palacios, hospitales o monasterios, entre las que se encontraría la Casa del Lago. En 1451 el III Conde de Benavente Alfonso Pimentel compra a los herederos de Juan de Losada la mitad de Sanabria y Carballeda, de tal forma que el Monasterio de San Martín de Castañeda y su entorno quedan bajo el dominio de la dinastía Pimentel. Entre 1477 y 1482 el IV Conde Rodrigo Alfonso Pimentel manda construir el Castillo de Puebla de Sanabria y al mismo tiempo, construye la Casa del Lago, no obstante, poco o nada se sabe acerca de esta casa, ni siquiera su emplazamiento real, cuya leyenda sitúa en la Isla de las Moras.

 

En 1572 Ambrosio de Morales habla de como junto al Monasterio de San Martín de Castañeda se halla un lago y apunta; “En medio de él está una gran peña donde los Condes de Benavente en el tiempo en que era suyo el lago, labraron un rico palacio con muchos artesones de oro…”, 

 

Por otra parte, Richard Ford apunta en las memorias de su viaje por España entre 1831 y 1834 lo siguiente; “En el lago hay una isla en la que se levanta un pequeño castillo de los antiguos Condes de Benavente que sirve de pabellón de pesca y que aún conserva algo de su antigua decoración…”.

 

Poca duda cabe. Sobre la isla hubo una construcción que perteneció a los Condes de Benavente y el hecho de que se desconociera su uso real y qué personas eran las que frecuentaban el lugar, dieron pie a todo tipo de leyendas. Así se cuenta como los Condes realizaban misteriosas reuniones en su interior en las que se realizaban extraños y oscuros rituales. Se ha propuesto que fuera lugar de encierro y de castigo, e incluso lugar de encuentro de amores secretos. Sea como fuere, la ostentosa decoración que parece que tuvo el lugar dio pie a que, cuando esta construcción desapareció, se forjase la leyenda de que un tesoro quedó oculto en la isla, bien enterrado o bien dentro de un pasadizo subterráneo.

 

Y ya que hablamos de pasadizos secretos, parece ser que antes de que este palacete fuera derribado, los condes de Benavente se lo cedieron a los monjes del monasterio de San Martín de Castañeda a los cuales se les da la libertad de utilizar aquel espacio para lo que crean oportuno, incluso derribarlo si lo creen necesario. Llegó a existir la creencia de que los monjes mandaron excavar un túnel que comunicaba el monasterio con la Isla de las Moras y que en tiempos de la Inquisición, fueron trasladados por ese pasadizo numerosos herejes para ser ejecutados en la Isla de forma secreta. Serían los propios monjes los que se encargaron de eliminar la construcción que existía en la Isla de las Moras tapando así el acceso a ese subterráneo para borrar las evidencias de aquella macabra actividad.

 

Así, todo parece indicar, que sí existió una pequeña construcción en la pequeña isla y que debió estar destinada al ocio, la pesca y quién sabe si a otra misteriosa función. Parece evidente que la abadía mantuvo aquí alguna infraestructura elemental, probablemente para aprovechamiento pesquero. Con los años nada quedó de ella y la isla se llenó de zarzas, dándole los habitantes de los pueblos cercanos el nombre de «Isla de las Moras».

 

La Isla de las Moras

OVNIS EN EL LAGO DE SANABRIA

 

Un lago es un espejo del cielo, en sus aguas se refleja la bóveda celeste y por la noche el firmamento se multiplica por dos. Como es arriba es abajo. Puede ser que sea esta la circunstancia por la que muchos de estos lugares son propicios para la observación y encuentro con los Objetos Volantes No Identificados. 

 

La zona de Sanabria, sus montañas  y su lago han quedado señalados en el mapa como un punto rojo debido a su elevada actividad OVNI. De hecho, son frecuentes las reuniones y quedadas de grupos de aficionados y estudiosos del tema en la zona del lago, especialmente en los meses de verano, que llegan hasta aquí con la intención de poder observar con sus propios ojos uno de estos misteriosos fenómenos.

 

El investigador zamorano Marcelino Requejo recoge en su libro “OVNIS, Alto Secreto” cuatro casos relacionados con estos misteriosos avistamientos ocurridos en la provincia zamorana y en la zona de Sanabria. Casos realmente increíbles en los que numerosas personas dan testimonio de  experiencias vividas en primera persona, experiencias difíciles de olvidar y más aún de explicar.

 

Eran cerca de las diez de la noche del 25 de Diciembre de 1990 y un matrimonio circulaba con su vehículo por la carretera en dirección a Robledo de Sanabria cuando, de repente, ante ellos, apareció una bola de luz de color amarillo que crecía por momentos; 

 

“Cada vez se hacía más grande y venía como flotando sobre la carretera hacia nosotros. Cuando ya la teníamos prácticamente encima, di un volantazo y nos salimos. Quedamos parados en un desagüe de la cuneta. Fue todo muy rápido. Era enorme y pasó como una bala, por el centro de la carretera».

 

El 9 de marzo de 1969 sobre las 11 de la noche, el propio Marcelino Requejo cuando era muy joven, pudo observar junto a otras personas cerca de la zona de Sanabria un objeto con forma de disco de color rojo elevado a unos 15 – 20 metros del suelo que paso por encima de ellos muy despacio y al hacerlo, cambio su forma transformandose en una especie de esfera de forma cristalina. Aquel extraño objeto hizo un trazado Este – Oeste sin dejar ningún tipo de estela ni emitir sonido alguno. 

 

En el año 2012, el equipo de Cuarto Milenio realizó una alerta OVNI en Valladolid y su presentador, Iker Jimenez, apuntaba como no era casual que los aficionados a los OVNIS elijan para sus observaciones lugares como el Valle Esgueva, Despeñaperros o el Lago de Sanabria.

 

Son abundantes los testimonios de personas que afirman haber observado luces sobre el cielo del lago y los encuentros con misteriosos objetos son frecuentes en toda la comarca Sanabresa, añadiendo, aún si cabe, más misterio sobre el Lago de Sanabria.

LA TRAGEDIA

 

Parece una macabra coincidencia que el pueblo que se encontraba enclavado a la orilla del lago, acabase arrasado por una imparable riada tal y como sucedió en la leyenda con el pueblo de Villaverde de Lucerna. ¿Será esto fruto de la casualidad o es que la leyenda advertía una premonición de lo que iba a suceder?

 

El pueblo de Ribadelago estaba -y está hoy conocido como Ribadelago Viejo- ubicado en la orilla oeste del lago y cerca del punto donde el río Tera vierte sus aguas a este. Todo ocurrió en la gélida madrugada del 8 al 9 de enero de 1959. De pronto, de las entrañas de la montaña surgió un rugido que iba en aumento delatando que algo -nada bueno- se aproximaba al pueblo por el cañón del Tera. La tierra comenzó a temblar  y la luz del pueblo se apagó. Entonces, de una de las oscuras callejuelas se alzó una voz desgarrada queriendo advertir del peligro; “ES LA PRESA, ES LA PRESA QUE REVENTÓ…”

 

Pocos fueron los que tuvieron tiempo de reaccionar y ponerse a salvo. De repente, una ola gigante asomó por la boca del cañón tragándose todo cuanto encontraba a su camino. La riada -que alcanzó los 10 metros de altura- arrasó literalmente el pueblo. 

 

Una incesante lluvia había estado cayendo sin descanso desde varios días antes de la tragedia. La presa del Tera superó con creces el nivel de seguridad y sus muros no pudieron soportar la presión del agua. De esta forma, 150 metros de pared se vinieron abajo liberando 8 millones de metros cúbicos de agua -posiblemente muchos más- que se precipitaron por el cañón río abajo en una frenética estampida incontrolable. La riada se fue cargando con todo lo que encontraba a su paso, lodo, rocas y árboles, recorriendo en apenas veinte minutos los 8 kilómetros que separan la presa del pueblo. Al llegar, el tsunami de agua, lodo y pedruscos golpeó sin piedad al pequeño pueblo, reventando por completo muchas de sus casas en cuyo interior, dormían ajenos a lo que ocurría la mayoría de sus ocupantes. La virulencia del impacto destrozó la mayoría de los cuerpos arrastrando sus restos al fondo del lago. La riada estuvo barriendo todo a su paso durante diez interminables minutos y el agua fue absorbida por el lago evitando una tragedia mucho mayor.


Cuando asomaron los primeros rayos de luz del día, el nivel de devastación se hizo visible. “Prácticamente ya no existe el pueblo de Ribadelago” sentenciaba el titular de La Vanguardia días después. De los cerca de 500 habitantes de Ribadelago, 144 perdieron la vida, de los cuales, solamente fue posible recuperar restos de 28 de ellos. Seis de cada diez casas del pueblo desaparecieron del mapa, la iglesia quedó semiderruída, la mayor parte del ganado sucumbió en la catástrofe y prácticamente todas las familias perdieron algún ser querido. Cuando llegaron los equipos de rescate, los buceadores no podían permanecer más de 5 o 6 minutos bajo el agua debido a las bajas temperaturas; “Aquel día estábamos a 10º bajo cero en Sanabria y algún compañero se quedó inconsciente en cuanto el agua le llegó a la altura del cuello” relataba Alberto Vázquez-Figueroa, quien se encargó de organizar al equipo de buceo. “No se veía nada, todo estaba negro y teníamos que ir tanteando entre el fango,  troncos, cables y restos de animales muertos. Cuando encontrabas algo tirabas y a lo mejor sacabas solo un brazo. Algo dramático.”

La tragedia de Ribadelago se convirtió en la segunda mayor catástrofe hídrica sucedida en España, solo superada por la ruptura de la presa de Puentes de Lorca en 1802 causando más de 600 muertes. En esta tragedia tuvo mucho que ver la mala construcción de la presa del Tera. Cuando reventó, de allí salieron cepas, carretillos, tablones y todo tipo de elementos inservibles que se utilizaron de relleno, haciendo del interior del muro una escombrera.


Los pocos supervivientes que hoy viven siguen clamando justicia. Las prisas, la mala calidad de los materiales y el afán de alarde dieron forma a una presa construida con graves deficiencias, cuyas consecuencias, acabaron pagando los vecinos de Ribadelago. Se hizo un juicio que fue una pantomima y nadie fue a la cárcel. “A los supervivientes nos dieron una indemnización miserable, nos pagaron como si fuéramos ganado” lamentaba Leandro Puente.

Tras la tragedia, se mandó construir un nuevo pueblo a pocos metros del pueblo que fue arrasado por el agua, dándole el nombre de Ribadelago Nuevo o Ribadelago de Franco. Ribadelago Viejo es hoy un lugar triste. Un pueblo que quiere resurgir de sus cenizas pero que tendrá que hacerlo sin poder borrarse la cicatriz de su trágico pasado. En una de las calles se ha dispuesto un monumento compuesto por la escultura de una mujer que protege a un niño en sus brazos a cuyos pies, se puede ver una placa de bronce donde se han tallado los nombres de las personas que perecieron y desaparecieron aquel fatídico día.

En los solares donde se encontraban las casas llevadas por el agua hoy se levantan numerosas lápidas honrando la memoria de los que aquí perdieron la vida, confiriendo al entorno una macabra estampa. El dolor es casi palpable en estos pagos.

Casi dos horas me costó llegar en 4X4 hasta el embalse del Tera discurriendo por una vía que parte desde Porto. El trayecto se hace sin sacrificio pues se ve recompensado por un paisaje inigualable.

Paisajes del alto de la Sierra Segundera

La presa del Tera ha quedado inmortalizada como en una fotografía en la que el tiempo se ha parado, pudiendo verse hoy el estado en el que quedó instantes después de venirse abajo.

Al llegar al embalse del Tera solo hay silencio, un silencio similar al de un niño que se tapa la boca cuando rompe algo sin querer. Sin querer se vino la presa abajo ya que la culpa no fue suya, sino de quienes la concibieron.

Junto a la presa sobrevive el antiguo refugio hoy abandonado, desde donde es visible el muro completo de la presa y el trozo que falta, de forma que es posible imaginar el volumen de agua que escapó por esa abertura.

Cuando puse mis pies sobre aquella imponente pared de hormigón semiderruida, tuve una extraña sensación. Es como si  el muro se tambalease bajo mis pies. Quizá fuese una sensación de vértigo ya que desde abajo no se tiene la percepción de la altura real de la presa. Desde lo alto se puede apreciar mejor la altura que hay hasta el poco agua embalsada que hoy queda en el interior del embalse y es aterrador intuir la inmensa cantidad de agua que se tuvo que liberar tras la rotura del muro.

Hoy todavía son visibles los grandes trozos del muro que quedaron esparcidos junto a la presa, donde inicia su descenso el cañón del Tera.

VISTA DEL CAÑON DEL TERA DESDE LA PRESA

Según se dice, las gentes de la zona dejaron de pescar truchas en el lago porque estas se habían alimentado de los cadáveres de los vecinos de Ribadelago. Un cuarto de siglo antes de la tragedia, Miguel de Unamuno dejó escrita una frase lapidaria en la misma obra en la que hablaba de Valverde de Lucerna;

 

“Servir de pasto a las truchas es,

a un muerto amargo trago;

se muere Ribadelago,

orilla de nuestras luchas”