EL FANTASMA DEL GREAT EASTERN…
El Great Eastern fue indudablemente uno de los barcos más grandes que ha navegado por los siete mares. Su creador, Isambard Kingdon Brunel dotó al gigantesco buque con capacidad para transportar cien mil toneladas, diez grandes calderas alimentadas por 115 hornos movían sus dos ruedas de paletas de 20 metros y una hélice de 10 metros. Cinco chimeneas propulsaban el humo del carbón hacia el cielo y una fábrica propia de gas producía la energía para iluminar la embarcación. El enorme buque contaba además con seis enormes mástiles con velas eran capaces de arrastrarlo por la mar si fuese necesario y diez enormes anclas de cinco toneladas eran necesarias para amarrar a aquella ciudad flotante.
El día de su botadura, Brunel invito a todo el personal que había participado en su construcción. Un ejército de trabajadores que no quiso perderse aquel evento a excepción, eso sí, de un maestro carpintero empleado en el diseño y construcción de su doble casco. Sin embargo, aquel mastodóntico barco parecía estar maldito ya desde sus inicios. El peso y el gran volumen del barco hizo que el mecanismo de botadura fallase y solo se consiguió gracias a una marea extraordinariamente alta en el Tamesis. No obstante, al poco de su puesta en funcionamiento, la Great Eastern Steam Navigation Company quebró y el propio Brunel murió.
Curiosamente, el mismo día que Brunet falleció, el capitán del barco se quejo al jefe de máquinas de su incapacidad para conciliar el sueño, debido a un continuo martilleo proveniente de la parte baja del barco. Al poco de este incidente, una de las chimeneas estalló, matando a seis personas y destrozando el gran salón del buque. En su cuarta travesía a través de Atlántico, una furiosa galerna destruyó las ruedas de paletas y lanzó por la borda los botes salvavidas. En aquella ocasión, y a pesar del zumbido del gran vendaval, volvieron a escucharse el incesante martilleo proveniente del bajo cubierta.
El Great Eastern consiguió llegar a puerto pero su vida como barco de pasajeros estaba acabada. Sus últimos propietarios tuvieron dificultades incluso para venderlo como chatarra. Por fin, en 1885, al ser desmantelado, los soldadores que despiezaban lo que quedaba del buque hicieron un terrorífico descubrimiento. Emparedado en su doble casco, apareció el cuerpo descompuesto junto a una bolsa de oxidadas herramientas del carpintero que no se presentó a la botadura del barco. Quizá, el fantasma de este hombre fuese el que martilleaba intentado dar aviso de su situación y, por qué no decirlo, también fuera el causante de la desgraciada vida del Great Eastern.
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