Fue en una de mis rutas, cuando me dirigía al norte de la provincia burgalesa por la autovía A-62 cuando al poco de dejar de lado la población de Quintana del Puente, me percaté de que en la margen izquierda de la carretera, en la ladera de un pequeño monte, asomaba tímidamente la silueta de un monstruoso edificio en estado ruinoso.
Había pasado infinidad de veces por esa carretera y nunca me había fijado en aquello. Por la tarde, ya de regreso y habiendo tomado previamente el número del desvío que daba acceso a ese lugar, tome la salida número 53 en dirección a Valbuena de Pisuerga y a los pocos metros me tope con el camino de entrada.
Se trata del complejo de edificios que componían la Colonia Militar Infantil General Varela. Existió antiguamente en este lugar lo que en su día fue un Sanatorio Antituberculoso que fue construido por prisioneros de guerra y que abrió sus puertas hacia el año 1939. Algunas de las historias de amor más bonitas del pueblo se escribieron entre estos presos y las muchachas jóvenes de Quintana, forjando numerosas familias en la localidad. Todo su término ocupaba 25 Ha. En 1950 llegó a tener hasta 200 camas. Hacia el año 1955 se decidió remodelar el complejo y adaptarlo como lugar de estudio en régimen de internado para hijos de militares de entre 6 y 14 años, a los que, según parece, se les imponía una disciplina militar y religiosa muy dura.
El edificio principal en su estado original y en la actualidad.
Algunos de los testimonios de lo que allí acontecía no dejan lugar a dudas:
No guardo rencor a los monitores, que aunque a veces se pasaban con la dureza de los castigos, entiendo que si no la aplicaban, nos los comíamos por una pierna, pero lo que no perdono ni con la distancia de los años (reconozco que soy un resentido) es la violencia gratuita de las monjas contra los niños y la violencia psicológica que aplicaban.
Hemos visto como a los meones, les ponían las sábanas mojadas de orina como capa y les hacían dar un paseo con ella por el dormitorio de los mayores… ¿Hay algo peor para un niño?
Hemos visto a la monja en las duchas restregar con un estropajo en la piel hasta hacer sangre…
Hemos visto que tenías que estar medio desmayado para que sor Gloria dedujera que sí, que tenías fiebre, que el niño estaría mejor en la cama…
En pleno invierno algunos niños con pantalones cortos sin medios, tenían que estar en la calle, para no ensuciar los pasillos.
Y la comida, cuando se ponían las monjas en jarras a tu lado hasta que te lo comieras todo…
Vomitabas, otro plato… Se dio el caso de hacer comer el vómito… Lo dicho, unas santas.
Este lugar reportó, a pesar de sus problemas con el ayuntamiento del pueblo por negarse a pagar impuestos, beneficios económicos a la villa por los puestos de trabajo que mantuvo durante mucho tiempo. De el llegaron a depender 70 familias del pueblo, por lo que se decidió construir dentro del complejo viviendas para los trabajadores y una escuela primaria independiente (1952) para sus hijos y vivienda para los maestros.
Al cuidado de los niños se encontraban las Madres Mercenarias de la Caridad, que traían sus rezos, cuidados y maneras a cuantas mujeres y hombres trabajaban en aquellas dependencias: jardineros, cocineros, maestros electricistas, calefactores, albañiles y otros tantos oficios que crecían entre aquellas paredes. Eran las mismas monjas que en su día se encargaron de estar al cuidado de los enfermos de tuberculosis en estas instalaciones.
El lugar se compone de varios edificios hoy en ruinas. El principal, el más deteriorado, donde hay zonas con peligro inminente de derrumbe, es el que albergaba las clases, la biblioteca, las habitaciones, la capilla, el comedor, la cocina y algunos despachos. Básicamente donde se desarrollaba la actividad principal del centro.
En uno de los despachos se amontonan boletines oficiales del estado, algunos manuales del ejército y algo de documentación del centro.
Junto a este edificio están las pistas deportivas y en la parte trasera se sitúa lo que parece que en su día fueron talleres, cocheras y hasta una cochinera. Otro de los edificios albergaba el teatro, donde tan solo un par de asientos resisten malamente el paso del tiempo.
Entre los jóvenes circulaban aterradoras leyendas que interrumpían su descanso nocturno con más de una pesadilla, como la que comentaba que por las noches, por los largos pasillos de aquel lugar, vagaban los espíritus de las monjas que había enterradas bajo el gimnasio. ¿Cosas de niños? En un borde de la ladera del monte se adentra en el terreno una excavación de pequeñas galerías que servían de polvorín.
En medio de la ladera del monte y alejado de las construcciones se encuentra una especie de horno posiblemente utilizado para quemar basura. Un poco más arriba encontré una desconcertante chimenea que sobresale de la tierra cuyo origen desconozco y cuya finalidad no acierto a entender.
La Colonia cerró sus puertas en 1988 quedando bajo custodia en principio por algunos militares. El complejo salió a subasta en varias ocasiones, pero la falta de interés hizo que con el paso del tiempo, las instalaciones cayeran en el olvido hasta llevarlas a la ruina que presentan hoy. Otro de los edificios que se encuentra apartado del resto es la Casa Chalet del Alto Mando, frente a la cual se sitúan las piscinas.
Gran parte del deterioro que presentan los edificios se debe a la actuación de los vándalos y ladrones que han destrozado todo cuanto encontraban a su paso, poniendo incluso su vida en peligro para cortar y llevarse las vigas metálicas de los forjados. Los bloques de edificios que albergaban a las familias que aquí trabajaban son los que en mejor estado están y en sus sótanos aún se encuentran enseres abandonados y prensa de la época.
Hasta aquí mi visita a este singular lugar con el que me topé casi por casualidad, al que he querido dedicar este pequeño artículo y que espero sea de interés para los amantes de los lugares abandonados.
HE CONOCIDO A UNA SEÑORA QUE TRABAJÓ CON DIECISEIS AÑOS EN EL HOSPITAL ANTITUBERCULOSO Y ESTOY RECREANDOME Y VIENTO TODO LO RELACIONADO CON ÉSTE LUGAR. LAS FOTOS QUE ACOMPAÑAS ESTÁN MUY BIEN. PERO ME PRODUCE DOLOR LO DETERIORADO Y EL ABANDONO. COMO LOS PUEBLOS DESHABITADOS Y LOS CASTILLOS EN RUINAS. UN SALUDO.
Conocí la colonia en los años 70 porque mi hermano estudio allí dura te varios años. Es una lastima que no se haya abandonado.
Yo estuve ayer me parece un lugar terrofico fuimos de investigación se ollen muchas voces sombras niños ect a mi me acojono bastante la verdad
Hola,
Estuve en ese internado desde el 74 al 78, y en esa época la disciplina militar no existía, lo que si existía era una disciplina religiosa de ir a misa TODOS los días(niños de 6 a 14años). Si que se que unos años anteriores todo los dias se cantaba el cara al sol con el izado de bandera, aparte de eso el único militar que aparecía por el internado era el director del colegio.
Conocí la colonia del 74 al 78, y en aquella época la disciplina militar NO existía, existía la disciplina Religiosa que hacían las monjas que eran las que hacían todo el trabajo. Se de oidas que unos años antes se cantaba el cara al sol con el izado de bandera y había que saberlo, por lo demás los militares no intervenian nada en el internado
La disciplina religiosa era de ir Todos los días a misa (a las 7 de la mañana) y al rosario por la tarde más actividades varia relacionadas con la semana santa por ejemplo.
Las monjas eran un poco crueles con los niños aunque hay que destacar que era lo normal de la época, habia monjas que eran unas santas y otras que parecían disfrutar con los castigo,
¡Vaya sorpresa! Estaba buscando al azar lugares de mi infancia y me encuentro con esto. Estuve yo aquí con ocho años, afortunadamente solamente seis meses, por razones familiares . Fue el año 1957. Y tengo recuerdos y experiencias que después han marcado toda mi vida, para bien y para mal. Curiosamente no recuerdo la crueldad de las monjas pero sí la de unas señoritas que quizás pertenecían a la Sección Femenina de Falange y mi recuerdo es básicamente el de su sequedad y falta de afecto hacia los niños, o al menos así lo percio yo en el recuerdo. También era increíble el frío que pasábamos, nos llenábamos de sabañones. Pero lo más fuerte y terrible para un niño de esa edad era la lejanía de mi familia, estaban a 600 Km. y no recibí ninguna visita en los meses que pasé allí. Mi madre acababa de morir y éramos siete hermanos y mi padre, hasta que organizó la vida familiar tuvo que colocarnos en un sitio u en otro. Nunca se lo reproché de adulto y en cuento pudo me “rescato”, pasé allí de enero de 1957 a final de mayo . Pero también tuve experiencias iniciáticas maravillosas, como el descubrimiento de la amistad (aún recuerdo hoy el nombre y los dos apellidos de mi amigo, un chico de mi edad de Oviedo, también huérfano, JMVA) y dado que el entorno era precioso y muy salvaje por primera vez descubrí la fascinación de la naturaleza que nunca me ha abandonado. Una cosa buena que había es una gran libertad para jugar por el campo en las horas libres. Gracias por el reportaje que tantos recuerdos duros y hermosos me ha traído a la memoria. Un saludo
Muchísimas gracias Joaquín por ese testimonio que aporta sin duda un gran valor al artículo. Un abrazo
Conocí la colonia infantil militar General Varela de casualidad en un paseo en moto con mi marido en el año 2009 y me fascinó. Con el tiempo lo hemos visitado en varias ocasiones y el deterioro en estos años fue a pasos agigantados. En nuestra primera visita esta todo en muy buenas condiciones, se podía entrar por todas las instalaciones, el teatro con todos sus asientos, una auténtica pena como esta ahora.