PALACIO ABANDONADO DE CANTO DEL PICO…
Si intentásemos dar forma en nuestra mente a través de la imaginación, de lo que comúnmente se conoce como una casa encantada o casa del terror, posiblemente se parecería mucho al lugar que nos ocupa. Ni la mismísima casa de la película Psicosis tiene un aspecto tan tétrico y fantasmal como la mansión de Canto del Pico.
Sobre una montaña granítica, en el punto más elevado del término municipal de Torrelodones y perteneciente geológicamente a la Sierra del Hoyo, se encuentra el Palacio de Canto del Pico, conocido también como la Casa de Franco. El edificio toma su nombre de la cumbre donde se asienta, ya que junto a él se halla una formación rocosa que parece simular el pico de un ave. La construcción, de 2.000 metros cuadrados, corona una cima situada a 1011 metros de altura, transformándose en un impresionante mirador desde el que es posible divisar 34 municipios, gran parte de la Sierra de Guadarrama y el Valle de los Caídos. La finca que lo alberga tiene una extensión de 100 hectáreas y 9 km de perímetro, por la que transcurre el Arroyo de la Torre para verter sus aguas al río Guadarrama.
La piedra que forma el Canto del Pico junto a la casa y desde una de las ventanas.
La casa fue levantada por José María del Palacio y Abarzuza, tercer conde de Las Almenas y primer marqués del Llano de San Javier, quien se encargó de realizar el proyecto, respondiendo a su idea de que fuese una casa-museo en la que exponer su colección personal de obras de arte y piezas arqueológicas. En las obras, que comenzaron en 1920, no participó ningún arquitecto y los trabajos fueron llevados a cabo por canteros de la zona, entre los que se encontraba el maestro cantero Prudencio Urosa, bajo la dirección del ingeniero y amigo personal del propietario Don Antonio Ramos, finalizando los trabajos en el año 1922. El edificio se levantó respondiendo a un estilo eclecista , un estilo de finales del XIX y principios del XX en el que «todo vale», aunque a primera vista parece predominar el neogótico.
Vista del paisaje desde una de las terrazas.
La propia construcción en sí es un gran escaparate, ya que en los muros de la fachada y paredes interiores, se encuentran integradas numerosas piezas arquitectónicas y elementos decorativos representativos del arte español de los siglos XII a XVII. Piezas «expoliadas» procedentes de numerosos monumentos del resto del país, daban forma y decoraban la opulenta mansión. Entre ellos, cabe destacar columnas y capiteles góticos procedentes del Castillo de Curiel, puertas traídas del Convento de las Salesas Reales de Madrid, techos de carpintería de Curiel de Duero, Toledo y Teruel así como diferentes motivos ornamentales de la Colegiata de Logroño y de la Seo de Urgel. Junto a la fachada oriental, se exhibía el Claustro Gótico de la Casa del Abad del Monasterio Cisterciense de la localidad valenciana de Santa María de la Valldigna.
Curiosamente, en 1930, tan sólo ocho años después de finalizar la construcción, el extravagante palacete ensamblado como un puzzle con centenares de piezas de todos los estilos y épocas, fue declarado Monumento Histórico Artístico. Según consta en el Registro de la Propiedad, en 1940 ya estaba dotada de calefacción, fosa séptica y reloj de torre.
En 1999 tras un acuerdo con la empresa británica SHL, propietaria del palacio del Canto del Pico, se resolvió devolver el claustro de Santa María de la Valldigna a su enclave original, de donde fue mandado trasladar en 1920 por el conde de las Almenas, José María del Palacio y Abárzuza, devolución que no se llevó a efecto. El monasterio había sido abandonado por los monjes y vendido a particulares tras la desamortización de Mendizábal en 1835, algo que se supone está prohibido al ser Patrimonio Nacional. Fue en 2.003 cuando la Generalitat Valenciana compró el claustro en un pelotazo urbanístico por un millón de euros a SHL y, tras ser aprobado su desmontaje por el Ayuntamiento de Torrelodones, el 29 de diciembre de 2006 fue devuelto a su lugar original.
El Claustro instalado en el palacio y en su lugar original.
Por el palacio han desfilado todo tipo de personalidades históricas. Entre ellas el político y estadista Antonio Maura (1853 – 1925) que vivía en una finca cercana conocida como El Pendolero. Maura fue ministro de Ultramar, Gracia, Justicia y Gobernación además de presidente de Gobierno y presidente del Consejo de Ministros en cinco ocasiones, durante el reinado de Alfonso XIII. El polifacético estadista era aficionado a la pintura y gustaba de ir a la finca de Canto del Pico, donde aprovechaba para pintar paisajes. En la última visita que realizó a la mansión, el 13 de diciembre de 1925, encontró la muerte al sufrir un infarto y caer por las escaleras que conducen al vestíbulo. Antonio Maura falleció a los setenta y dos años y en su honor, se hizo instalar una placa conmemorativa en el lugar del suceso que rezaba lo siguiente; «Bajando por esta escalera, ascendió al cielo don Antonio Maura».
Escaleras por las que cayó el malogrado Antonio Maura.
El palacio de Canto del Pico fue sede del Mando Militar Republicano durante la contienda de la Guerra Civil Española, sirviendo de cuartel general a Indalecio Prieto y al General Miaja, para dirigir desde allí las operaciones de la batalla de Brunete. Al finalizar la guerra, el conde de las Almenas regresó a su palacete donde vivió en soledad, sumido en una fuerte depresión avenida por la muerte en la contienda militar de su único hijo, Ignacio de Palacio y Maroto (nacido en Madrid en 1895). A su fallecimiento en 1940, dejó la finca y el palacio en herencia a Francisco Franco. El dictador lo usó desde 1940 hasta su muerte como finca de recreo y descanso y según cuenta la leyenda, el Generalísimo se refugiaba allí cuando temía ser objeto de un atentado.
En el año 1955, el Supremo declaró al palacio «Museo del estado», algo curioso ya que nunca estuvo abierto al público y a consecuencia de esto, la casa y la finca quedaron libres de exenciones fiscales y en 1985 quedó incorporado al Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares.
Tras la muerte del dictador, la finca pasó a manos de sus herederos, quedando por primera vez deshabitada durante dos o tres años, en los que el inmueble sufrió los primeros actos vandálicos. De su haber desaparecieron desde las botellas de vino, que se guardaban en la bodega, hasta cuadros, libros y condecoraciones. A finales de los años setenta, su nieta María del Mar Martínez-Bordiú «Merry» y el periodista Jimmy Gimenez Arnau hicieron de Canto del Pico su morada, tras contraer matrimonio.
Diez años más tarde, en 1988, la hija de Franco, Carmen Franco Polo, dio el pelotazo al vender la finca por 320 millones de pesetas (2 millones de €) a José Antonio Oyamburu Goicoechea, propietario de la multinacional inglesa Stoyam Holdings Limited (SHL) que proyectó reconvertir el palacio y su finca en un hotel de lujo, dotándolo de 50 habitaciones (20 en el palacio y otras 30 en casas adyacentes) piscina cubierta, parking para 100 vehículos y hasta un helipuerto. Pero el megalómano proyecto fue bloqueado en el año 2.001 por la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid al encontrarse la finca en un terreno protegido del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares.
Así, desde que la empresa SHL comprase la finca sin poder llevar a cabo su proyecto, fue pasando el tiempo, quedando el inmueble abandonado a su suerte y ya se sabe lo que pasa en estos casos. Los actos vandálicos se hicieron cada vez más frecuentes y el expolio por un lado, y la estupidez de aquellos a los que les gusta llenarlo todo de Graffitis, o destruir todo aquello que encuentran a su paso solo por diversión, hicieron que el palacio se transformase en lo que es hoy, un lugar ruinoso en el que predominan los escombros y las pintadas, cuya situación se torna insalvable.
El expolio ha sido de tal calibre que, como indica un informe llevado a cabo por la Dirección General de Patrimonio, «no queda huella de todo el material inmueble que puede ser arrancado, como esculturas, bajorrelieves, escudos, azulejería o rejas» así como muchos de los elementos decorativos y arqueológicos que han desaparecido. El mismo propietario ha retirado «sin autorización» varios de estos elementos, entre lo que se encuentran un gran escudo de armas, la figura en mármol de un obispo yacente y uno de los frontales de alabastro del sarcófago de uno de los duques de Híjar. Tampoco se ha repuesto la réplica del claustrillo de Santa María de La Valldigna, del que «supuestamente» debía hacerse cargo la Generalitat Valenciana, pero visto lo visto, hasta que no se lleve a cabo una restauración completa del edificio y se disponga de vigilancia y un continuo mantenimiento, reponer este tipo de elementos es seguir alimentando a la rapiña.
Para colmo de los males, el 24 de julio de 1.998, un incendio destruyó totalmente las cubiertas del edificio y se perdió gran parte de lo que quedaba de la colección artística que se conservaba en el interior. En el año 2004, la Comunidad de Madrid resolvió revocar la declaración como monumento, rebajándolo a la categoría de Bien de Interés Cultutral, trámite necesario para autorizar el desmontaje del claustro que se devolvió al monasterio de Santa María de la Valldigna.
En 2.005, el Ayuntamiento de Torrelodones anunció la firma de un preacuerdo al que había llegado con la empresa propietaria, mediante el cual se contempla la posibilidad de que el edificio pueda pasar a manos municipales, aunque todavía no se ha llevado a efecto. Dentro del acuerdo, se instaba a la empresa propietaria a reponer las cubiertas y a sellar puertas y ventanas, con objeto de evitar el vandalismo, algo que no ha servido de nada, pues uno de los muros de ladrillo que bloqueaba el acceso duró más bien poco.
Y así ha llegado este peculiar edificio hasta nuestros días, convertido en un fantasma de aspecto tétrico y agonizante, que se consume sobre lo alto de una colina granítica observando el ir y venir del incesante tráfico de al A-6. Un lugar capaz de sugestionar y dar rienda suelta a todo tipo de leyendas e inspirar el miedo de todos cuantos se atreven a adentrarse entre sus muros.
Es frecuentado principalmente por los jóvenes de la urbanización los Robles, donde pasan las tardes fumando, bebiendo y en «buena compañía», así me lo hacían saber dos de estos muchachos que se encontraban en su interior al llegar, a los que, aprovechando su presencia, quise preguntar si sabían algo del lugar o tenían conocimiento de alguna leyenda o suceso extraño, cosa de la que desistí cuando me dijeron que la llamaban la casa de Franco, pero que no sabían por qué…
El lugar sin duda es espectacular y a pesar del deterioro, algunas de sus estancias dejan entrever la majestuosidad que debieron lucir en su época de esplendor.
Al final de una pequeña galería situada en la parte inferior del palacio, existe una curiosa habitación cuya entrada, rematada en un arco ojival con dos gruesos portones de madera a los lados, está dotada de una plataforma circular giratoria en el suelo. El mecanismo permitía entrar con el coche hasta el acceso inferior de la vivienda y girar el vehículo 180º sobre la plataforma, de forma que al salir no hubiese que realizar maniobras saliendo marcha atrás.
Extrañas estancias construidas en la parte baja del inmueble, donde existe una extraña y estrechisima habitación, construida aprovechando la roca de la montaña como pared.
Texto y Fotos: JUAN CARLOS PASALODOS PÉREZ
Mas Info:
https://es.wikipedia.org/wiki/Palacio_del_Canto_del_Pico
https://elpais.com/diario/1985/08/11/madrid/492607454_850215.html
http://www.abc.es/madrid/20141121/abci-canto-pico-palacio-fantasma-201411192055.html
https://www.elconfidencial.com/cultura/2017-03-09/canto-del-pico-palacio-francisco-franco_1344645/
https://caminandoporlugaressagrados.wordpress.com/2016/12/17/el-palacio-del-canto-del-pico-de-torrelodones/
http://guadarramistas.com/2015/03/02/el-canto-del-pico-algo-mas-que-una-residencia-de-franco/
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