Osario de Wamba

Osario de Wamba

6 octubre, 2023 4 Por Juan Carlos

Si hablamos de lugares de poder, una parada ineludible es el pequeño pueblo de Wamba, un lugar cargado de historia que alberga uno de los recintos más sorprendentes y misteriosos de la provincia vallisoletana. El pueblo de Wamba se encuentra a escasos 17 kilómetros de la capital, situado en la parte suroriental de la comarca de los Montes Torozos en el valle de Hontanija, un pequeño riachuelo que nace en la Fuente de los Ángeles en Villanubla y que va atravesando el terruño hasta ceder sus aguas al Río Hornija en Torrelobatón. Wamba es la única villa de España cuyo nombre empieza por la letra W, pero no es esta circunstancia precisamente la que hace especial al pequeño pueblo, ya que si por algo es conocido, es por albergar el mayor osario visitable del país. 

 

El nombre de Wamba lo heredó de un antiguo rey Visigodo, que se vio obligado a aceptar la corona tras la muerte de su antecesor a pesar de oponerse a ello. No está del todo claro el motivo por el que el monarca Recesvinto se encontraba aposentado en esta villa de los Torozos, que en aquellas se llamaba Gérticos, posiblemente buscando un lugar de descanso. Sea como fuere, Recesvinto falleció en este lugar en el año 672 y siguiendo la tradición de los Godos de elegir a un nuevo rey en el lugar en el que falleció el anterior, buscaron un nuevo sustituto durante varios días hasta que encontraron a Wamba, un militar ya retirado que había servido a varios reyes y cuya última pretensión era la de proclamarse rey. Finalmente, Wamba fue elegido rey de los Visigodos en este lugar pasando Gérticos a llamarse desde ese día Wamba. No obstante, su coronación no se hizo en la pequeña villa, ya que para evitar que su elección fuera considerada una usurpación, exigió ser coronado en Toledo, coronación que se llevó a cabo el 20 de septiembre de aquel año por el obispo Quirico -sin ser gallo- en la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo siendo el primer rey español en ser ungido.

Cuenta una leyenda, que Wamba se opuso a ser rey de los Visigodos de tal modo que sometió esa cuestión a la voluntad de Dios, diciendo que solo aceptaría el cargo si al plantar la garrota con la que arreaba a los bueyes esta revercecía. Cuando Wamba clavó el palo en la tierra, instantáneamente reverdeció cubriendose de hojas y flores.

 

Dentro del pequeño pueblo, encontramos junto a la Plaza del Ayuntamiento la Iglesia Mozárabe de Santa María de la O -la Virgen embarazada-, una iglesia cuyos orígenes se remontan precisamente a la época Visigoda, de la que se conservan unos pocos vestigios decorativos que hoy se exponen en el Museo Arqueológico de Valladolid. Se estima que fue sobre el Siglo X cuando llegó al pequeño cenobio que había junto a la iglesia el dimisionario obispo de León Fruminio, que fue el impulsor de la construcción de la que pudo ser la primera iglesia mozárabe de la provincia de Valladolid, que se construyó sobre los restos de la primitiva iglesia Visigoda y de la que todavía se conserva la cabecera triple, donde podemos ver los típicos arcos en forma de herradura y el muro norte completo.

Llegado el Siglo XII, Wamba pasó a ser una encomienda de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, conocida posteriormente como la Orden de Malta, cuyo emblema puede verse hoy en algunos lugares de la iglesia, la famosa cruz de ocho puntas que simbolizan las ocho bienaventuranzas teologales según San Mateo, y las ocho virtudes que debe poseer un miembro de la Orden: lealtad, piedad, sinceridad, valor, gloria y honor, desprecio por la muerte, solidaridad para con los pobres y los enfermos y respeto por la Iglesia. Es esta orden la que reconstruye y amplía el templo en estilo Cisterciense, conservando parte de la iglesia Mozárabe cuyos restos pueden verse hoy en su interior y que, como ya he comentado, se levantó inicialmente sobre la planta de la primitiva iglesia Visigótica, por lo que tenemos aquí una iglesia dentro de otra como si fuera una especie de muñeca matrioska arquitectónica. Junto a la iglesia, dan forma y amplían el complejo conventual de la orden cuyas dependencias se componían de un gran claustro, las estancias de los monjes, huertas, refectorio, biblioteca y el hospital, en el que permanecieron por espacio de siete siglos. 

A este convento vino a fallecer la reina Doña Urraca de Portugal, esposa de Fernando II de León e  hija de Alfonso I de Portugal y de Matilde de Saboya. Tras quedar anulado su matrimonio con Fernando II, fue repudiada y tomó los hábitos de la orden de San Juan de Jerusalén ingresando en el monasterio de Santa María de Wamba que pertenecía a la citada orden. Urraca falleció en 1211 siendo enterrada en el interior del monasterio cuya capilla se conservó hasta el Siglo XIX, momento en el que fue derribada para construir el actual ayuntamiento.

La Iglesia de Santa María de la O es hoy una pequeña joya arquitectónica declarada  BIC en 1931 y que guarda en su interior numerosos misterios y curiosidades. Juan García Atienza, ya nos pone sobre la pista en su Segunda Guía de la España Mágica, del misterioso simbolismo que atesora el templo esculpido en la piedra. Su portada occidental ya nos pone sobre aviso, las impostas del arco de entrada aparecen decoradas con dos guerreros con casco que tienen la boca amordazada, como queriendo advertir de la existencia de un secreto, un mensaje esculpido en la piedra solo visible para aquellos que sepan ver. 

Toda la iglesia es una expresión dualista en su máxima expresión. Por una lado tenemos los retos de la antigua iglesia Mozárabe cuyo templo estaba dedicado a la fe musulmana y por el otro, al actual iglesia cristiana, que se construyó sabiendo integrar en su estructura los restos de la iglesia anterior, queriendo simbolizar que el resto de religiones se tienen que integrar dentro de la fé cristiana que es la “auténtica y verdadera”

El dualismo se percibe también en sus grabados, la dualidad del hombre, cuerpo y mente, la dualidad entre lo material y lo espiritual y sobre todo la dualidad entre el bien y el mal. Los capiteles interiores narran una historia que nos advierte de las consecuencias de no seguir los dictados de la ley de Dios. Un capitel nos señala el pecado original y la expulsión del paraíso de Adán y Eva y en el lado opuesto, vemos dos pavos reales bebiendo de un cáliz, una clara alusión a la consecución del paraíso y a la resurrección e inmortalidad obtenidas mediante la eucaristía y la fe en Cristo. También vemos representados diferentes oficios, el sacrificio de la vida para ganarse el cielo y en otro capitel, el peso de las almas. Una balanza sujetada por el Arcángel San Miguel y el demonio pesan dos cabezas, es la representación del juicio final que, en este caso, se inclina del lado del bien. 

Un óculo en lo alto de la pared oeste deja entrar la luz al atardecer para iluminar el lugar más sagrado, el altar mayor que se encuentra al este, mirando hacia Jerusalén y donde se encuentra expuesta la imagen de la Virgen, Santa María de la O, la virgen embarazada. La simbología es clara, la luz ilumina el este, el lugar por donde renacerá el día e ilumina a aquella que está a punto de dar a luz.

Desde el interior de la iglesia podemos acceder a través de una puerta a una nave lateral que alberga el baptisterio y una antigua capilla que conserva antiguas pinturas. La sala que precede a esta capilla, está formada por una una bóveda con forma de palmera sustentada por una columna central desgastada que por su similitud con este árbol, se la dió el nombre de la Capilla del Árbol de la Vida. Su significado originario procede de las zonas desérticas y arenosas que constituyen su hábitat original. En aquellas zonas, su presencia indicaba la existencia de oasis o pequeñas fuentes de agua, por lo que que se interpretaron como símbolo de fecundidad, sentido que venía reforzado por la perennidad de sus hojas que siempre están verdes. De esta forma, los egipcios emplearon la representación de la Palmera como Árbol de la Vida. La etimología de esta capilla pudo tener su origen en una leyenda, que cuenta como entre los enfermos acogidos por la Orden de los Hospitalarios en este lugar, existía la creencia de que quien tocaba la columna de piedra de esta capilla sanaba, y fueron tantos quienes pasaron sus manos que el desgaste sufrido por las piedra es visible hoy en la columna central. 

Pero no todos tenían la fortuna de sanar en este recinto y al igual que en los hospitales modernos, la muerte estaba muy presente y así lo quisieron dejar patente los antiguos moradores del lugar. Adosado a los muros de la iglesia, se encuentran los restos del antiguo claustro conventual que solo conserva parte de la panda oeste y restos de algunos muros. Junto al llamado “Árbol de la Vida” hay una puerta por la que salimos al exterior de este antiguo claustro y lo primero que nos encontramos, es su viejo -pero bien alimentado- pozo. En un rincón, no pasan desapercibidos los restos de cuatro grandes féretros de piedra cuya presencia, aunque curiosa, resulta un tanto incómoda y de algún modo nos advierte de que la muerte, está muy presente en aquel lugar.

Solo una pequeña puerta nos separa de un recinto sobrecogedor. Al cruzarla, uno no puede evitar sentir un escalofrío. Una sala abovedada de seis metros de largo por cuatro de ancho se presenta atestada de huesos y calaveras que cubren sus paredes en todo su perímetro. Es el famoso Osario de Wamba. Uno tiene la sensación de que todas esas calaveras te observan con una mirada desafiante y al mismo tiempo casi burlesca. Creo que si uno cierra los ojos y permanece en silencio es capaz de escuchar los murmullos y las risas de aquellos que te ven como a un próximo huésped de aquella macabra estancia. Sin duda, saben que más tarde o más temprano te acabaras viendo igual que ellos. “Como te ves, yo me vi, como me ves, te verás. Todo acaba en esto aquí. Piénsalo y no pecarás” esta lapidaria frase podía verse escrita antiguamente a la entrada del osario, un terrible epitafio que sin duda pone de manifiesto lo efímera que es la vida.

Esta capilla de almas cuenta con los restos de entre 2000 y 3000 personas entre frailes, hombres, mujeres y niños  que se fueron recopilando entre los Siglos XIII y XVII, datación efectuada por el doctor Gregorio Marañón en los años cincuenta del pasado siglo, quien llenó dos camiones hasta los topes de huesos y calaveras llevandoselos a Madrid para las prácticas de los estudiantes de medicina. De esta forma, se perdió la mayor parte del contenido del osario y es que, lo que hoy vemos, es sólo una tercera parte de los restos óseos que antiguamente abarrotaban la estancia llegando desde el suelo hasta el techo abovedado, llegando a albergar los restos de más de 10.000 individuos. Su origen es incierto, se desconoce quien comenzó a amontonar los huesos en esta sala y las razones para ello desde luego siguen siendo un misterio. En un principio, se pensó que los huesos pertenecían únicamente a los monjes que fueron habitando el monasterio en diferentes épocas, pero el número de individuos contabilizados supera con creces esta posibilidad y la presencia de restos de mujeres y niños hizo pensar que, muy probablemente, los restos pertenezcan también a las personas que fallecieron en el hospital de la Orden y al vaciado de tumbas del campo santo del pueblo. La presencia de cipreses en el entorno de la Iglesia hace pensar que el monasterio albergó un gran cementerio que cuando estaba completo, se hacía necesario vaciar viejas tumbas para albergar nuevos huéspedes. Seguramente, para los monjes de la orden no sería ético ni moral desechar los restos de los feligreses fuera de un lugar abrazado por la fe de Cristo y por eso, se vieron en la necesidad de disponer de una estancia en la que poder depositar los restos de los difuntos de forma que sus almas pudieran seguir descansando en un lugar digno.

Huesos y calaveras amontonados en el interior del Osario de Wamba.

Sin duda, el Osario de Wamba es un lugar único en nuestra geografía, un recinto  perturbador capaz de humillarte y someterte hasta dejarte sin habla, obligandote a reflexionar sobre nuestra existencia. La pequeña iglesia de Santa María ha sido un lugar de culto y un punto en el que diferentes culturas han depositado su fe desde tiempos inmemoriales. El pasado y la carga histórica existente en este punto de la provincia vallisoletana, hacen de él un lugar mágico, un lugar con una poderosa carga energética y sin duda, uno de esos puntos considerados como un lugar de poder.