Los Misterios de la Catedral de Zamora
-LA CATEDRAL
Denominada La Perla del Duero, este edificio románico se construyó en el siglo XII y conserva una puerta románica de gran importancia, la del Obispo, que sorprende por su ornamentación escultórica. Fue fundada por Alfonso VII y consagrada en 1175, después de que las obras durasen 25 años. La iglesia está dedicada al Salvador y alberga un importante museo catedralicio.
Su famosa cúpula gallonada, según algunos de influencia bizantina, se divisa desde cualquier punto de la ciudad y es una de las creaciones del arte medieval hispano más original, que influenciaría el estilo constructivo de la Colegiata de Toro (Zamora) y la Catedral Vieja de Salamanca. Este famoso cimborrio, construido a base de escamas de piedra, es una de las construcciones más deslumbrantes del románico español y europeo y tiene su precedente en la cultura oriental. La Catedral de Zamora es la más pequeña y la más antigua de las catedrales de Castilla y León y una de las más vanguardistas de la España del siglo XII.
LA CRUZ DE CARNE
Este emblemático y hermoso edificio esta colmado de misterios y leyendas y alberga algunos objetos y reliquias con historias realmente sorprendentes. Una de estas reliquias es la famosa Cruz de Carne. Cuenta la leyenda que a finales del Siglo XIII llegaron a Zamora los monjes Benitos, estableciendose en un pequeño convento situado entre las primitivas Clarisas y la Iglesia de Santiago del Burgo conocida hoy como la Iglesia de Santiago de los Caballeros y donde como he comentado antes, fue armado Caballero el CID.
La historia se remonta a la época de Alfonso XI. Encontrándose este batallando en Gibraltar contra los moros, les pilló la peste que sin duda hizo más estragos en las tropas reales que el propio enemigo. Decidieron regresar a su tierra sin darse cuenta de que en el bagaje traían consigo el germen de aquel asesino silencioso. La peste actuó sin piedad entre la población Zamorana y los muertos eran incontables. Las casas de Zamora se vaciaban mientras los cementerios estaban a rebosar.
Así, un día, un monje benedictino de aquel primitivo Convento de San Miguel del Burgo llamado Ruperto, salió al huerto a rezar y a pedir clemencia a Dios para que pusiese fin a la epidemia mortal diciendo:
“Aparta señor tu ira, apiadate de nosotros que confiamos en tu divina misericordia”
De pronto, las ramas de un olivo junto al que se encontraba se iluminaron de tal forma, como si toda la luz del sol se hubiera concentrado en una rama. Del centro de aquel destello apareció el Arcángel San Miguel que tendiendo sus manos puso sobre las del anciano una pequeña cruz diciéndole:
“Accip signum salutis” (Recibe la señal de la salvación)
Aquella misma tarde sacaron en procesión por las calles de la ciudad la prodigiosa cruz de tal forma que a su paso los enfermos curaban al instante al tiempo que se vio una misteriosa nube oscura alejarse de Zamora. Era la peste que abandonaba la ciudad poniendo fin a la matanza.
No es el único prodigio atribuido a esta reliquia ya que tras el milagro de la peste, la Cruz de Carne se convirtió en objeto de gran veneración para todos los zamoranos, menos para un clérigo, más crítico que devoto, que pensaba que aquella pequeña cruz no podía ser de carne auténtica. Así, un día, fue a adorar la reliquia con el resto de fieles y quiso aprovechar la ocasión para demostrar a un grupo de amigos que la cruz no era de carne auténtica. Cuando llegó su turno, sacó un alfiler que llevaba preparado y lo clavó rápidamente sobre la cruz. En ese momento brotó un chorro de sangre que golpeó al clérigo en los ojos dejándole ciego.
La famosa Cruz de Carne se conserva en la Catedral donde se venera y a la que se ruega siempre que alguna necesidad lo reclama y tal y como prometió el Arcángel San Miguel al Padre Ruperto, mientras la cruz se encuentre en Zamora, la ciudad y la comarca quedará libre de pestes y plagas. No obstante, la ciudad estuvo a punto de perder tan magnífica reliquia de no ser por otro prodigio de la misma.
En el año 1588 se tuvo que derribar la iglesia de San Miguel donde se guardaba la Cruz de Carne. Los monjes del convento dependían de los de Valladolid y fue intención de estos el llevarse la reliquia al templo de San Benito el Real donde, según ellos, estaría con más decencia y veneración.
La noticia corrió como la pólvora y se armó una revuelta para impedir su traslado. Tuvieron que intervenir los regidores de la ciudad, quienes pidieron al Obispo y al Abad que desistieran de su pretensión, a lo que el Abad contestó que la reliquia era propiedad del monasterio y que podían disponer de ella a su antojo. Esto agitó aún más a los vecinos que amenazaban con quemar el monasterio por los cuatro costados si se llevaba a cabo aquella felonía.
Entonces los monjes tuvieron la idea de sacar la cruz de forma clandestina de la ciudad. Una noche, salió del monasterio un monje de forma sigilosa portando la Cruz de Carne en una bolsa de seda. Para despistar, el monje entró primero en la ciudad por la puerta de San Juan y su intención era atravesar toda la villa para salir por la Puerta de Zambranos, donde le esperaba una mula que le iba a llevar a Valladolid. Al montar en la mula, el monje quedó aterrado al ver que la reliquia había desaparecido.
El monje volvió presto sobre sus pasos creyendo que la había perdido. Al llegar de nuevo a la puerta de San Juan pudo ver como en la muralla había un agujero que milagrosamente se iba cerrando. Asustado, el monje corrió al monasterio y le contó lo ocurrido al Abad. Ambos, fueron instintivamente a la iglesia donde observaron atónitos, como la reliquia se encontraba en su sitio de costumbre. El Abab entendió entonces que la cruz debía quedarse en Zamora tal y como era voluntad del Arcángel San Miguel y mandó grabar una Cruz en la muralla, en la parte donde el monje dijo haber visto un agujero cerrándose.
LA CABEZA
Si accedemos al interior de la catedral por la Puerta del Obispo, podremos ver una cabeza de piedra aprisionada en el interior de una oquedad de la pared. No es una cabeza cualquiera, es la verdadera cabeza de Don Diego de Alvarado que quedó ahí petrificada. Corría el año 1174 y la ciudad observaba con paciencia y entusiasmo como se levantaba lentamente su majestuosa Catedral. Don Diego era un apuesto caballero que gustaba presumir de su galantería y “en apariencia” vida ostentosa, pero que realmente vivía en la pobreza. Este villano entró a robar una noche en la catedral teniendo constancia de que el día anterior, habían recibido unos cofres con oro para costear la finalización de las obras. Desde dentro, Don Diego fue lanzando los saquitos de monedas a sus secuaces que esperaban fuera. Cuando terminó, fue a salir por el hueco del muro por el que había entrado pero las paredes comenzaron a estrecharse milagrosamente de tal forma que decapitaron al villano, dejando su cabeza aprisionada en aquel hueco con una mueca de horror. Al día siguiente se encontraron la cabeza ensangrentada y el cuerpo en el suelo. El Obispo mandó enterrar el cuerpo y dejar allí la cabeza para que fuese vista por aquellos que tuvieran iguales intenciones. La cabeza se fue acecinando y petrificándose hasta convertirse en la cabeza de piedra que podemos ver hoy.
SANTA BENIGNA
También en el interior de la catedral, se conserva una misteriosa figura que muchos piensan que es una talla y sin embargo, tras su rostro, esconde la momia de una niña. Esta imagen fue traída desde el Monasterio de Valparaíso en el año 1835 y hoy permanece expuesta en la capilla de San Nicolás.
La imagen se encuentra de pie y esto puede ser debido a que se cree que el cuerpo de esta pequeña fue disecado para utilizarlo como reliquia. Su rostro está cubierto por una máscara, su cabeza está cubierta por una peluca y por un velo blanco. Además se encuentra ataviada con un largo vestido de la época que la cubre hasta los pies, dando a la imagen el aspecto de una muñeca o la auténtica talla de una santa.
Sus manos se encuentran en posición orante pero están tapadas con un paño ya que hubo un tiempo en el que se creía que le seguían creciendo las uñas y la gente quedaba muy impresionada al verlas tan largas y por ese motivo se cubrieron, pero con el tiempo se demostró que son postizas y que están hechas con el material de una vieja palma, símbolo de martirio. La leyenda afirma que su verdadero nombre es Santa Menina, es decir, Santa Niña y en el Siglo XIX, dado el estupor que causaba la imagen, se extendió la creencia de que si permanecías en silencio a su lado, se podían escuchar los llantos y lamentos de la pequeña.
EL CRISTO DE LAS INJURIAS
Otro de las tallas que conserva la catedral con una importante veneración es el Cristo de las Injurias. Asegura la leyenda que su nombre le viene de los insultos y blasfemias que recibía de los musulmanes cuando este se encontraba por tierras granadinas de donde procede. Esta magnífica talla posee un realismo perturbador, de tal forma que si miramos dentro de su boca podemos ver hasta la campanilla.
Existe la leyenda que habla de cómo allá por el año 1600, vivía en el medieval barrio de San Frontis una anciana llamada Isabel en una humilde casa de adobe junto a su nieto, del que tuvo que hacerse cargo tras la muerte de su madre a su nacimiento y la de su padre en la Guerra de Flandes. La humilde anciana volcaba su vida en el cuidado del muchacho quien acabó convirtiéndose en mozo de vida agitada y llena de maldad, trastocando continuamente el alma cansada de la pobre anciana debido a sus travesuras.
El mozo, llamado Tomas Valderrey, era un chico envalentonado y solo tenía respeto al Cristo de los Jerónimos del que su abuela era muy devota y ante el que solía rezar. Cumplidos los 15 años el muchacho se quedó solo tras el fallecimiento de su abuela y el joven buscaba de vez en cuando la compañía de los monjes jerónimos, único entorno que encontraba familiar. Tomas soñaba con ser caballero y poder combatir al enemigo a golpe de espada como lo hizo su padre. Un día, uno de los monjes Jerónimos, estando frente a la imagen del crucificado le dijo a Tomas:
“…A esta imagen que contemplas la llama el pueblo el Cristo de las Injurias. ¿Sabes por qué? Los pecados de los hombres son injurias al Señor. Por eso lo crucificaron. Esos pecados son espinas que hacen sangrar su divina cabeza. No peques nunca si no quieres añadir una espina más a esa punzante corona…”
El muchacho salió del convento y no se le volvió a ver por el lugar. Marchó de su tierra para alistarse en los Tercios que luchaban en Italia y Flandes, convirtiéndose en un despiadado guerrero dedicado al saqueo y al pillaje.
Años después, caía la noche en el monasterio de los Jerónimos en un tormentoso día del mes de enero. Al convento se aproximaba un jinete a lomos de un poderoso corcel negro que babeaba espuma de cansancio. Al llegar al pórtico, el jinete desmontó y con paso decidido entró en la iglesia. El interior del templo se encontraba en penumbra iluminado solo por el caprichoso vaivén de las velas que iluminaban tímidamente la imagen del crucificado. El desconocido caballero guió sus pasos hacia la capilla del Cristo, se paró delante de la imagen y después de contemplarla unos instantes dijo:
“Cristo de las Injurias, si veo en tu corona una espina de mis pecados creeré en ti.”
El silencio reinó en el interior del templo y el caballero dejó salir una desafiante carcajada cuando, al darse la vuelta con intención de marcharse, un rayo iluminó la estancia y una fuerza misteriosa tiró de él hacia atrás. Entonces su rostro se mostró desencajado de terror al ver como una gran espina traspasaba la frente del señor por encima de su ceja izquierda.
El Caballero cayó de rodillas y dejó salir una una voz desgarradora que decía: ¡Dios mío, ten misericordia de mí! Momentos después los monjes encontraron a un joven caballero, que sin conocimiento se hallaba tendido a los pies del Cristo. Cuando abrió sus ojos, le preguntaron quién era y qué le había pasado. Sólo les contestó: “Un pecador que por mis culpas, la corona del Señor tiene una espina más”. Y levantándose raudo desapareció en las sombras, dejando a los monjes llenos de estupor y asombro. Aquel desconocido caballero no era otro que Tomas Valderrey que acabó sus días reconvertido en un monje franciscano.
NUESTRA SEÑORA DE LA MAJESTAD
Por último, situada en el retablo de la cabecera de la nave del evangelio encontramos la talla de la Virgen de la Majestad, una escultura gótica realizada en piedra de arenisca y primorosamente estofada en el S. XVI. A esta Virgen se la conoce vulgarmente como la Virgen Calva debido a su ancha frente. También se la conoce como la Virgen del Rayo debido a un suceso en el que nadie resultó herido, supuestamente por la intervención milagrosa de esta Virgen.
Todo sucedió el 18 de junio de 1811, un día aciago en el que una poderosa tormenta hacía retumbar hasta el último rincón de la villa zamorana. Según se cuenta, estando su capilla a rebosar de gente, cayó un rayo en la capilla alcanzando la cadena de la lámpara que colgaba del techo deshaciéndose en ascuas que se precipitaron sobre los devotos sin que ninguno resultase herido. Tal suceso se consideró como un milagro, realizando desde entonces una salve en cada aniversario del suceso como tributo de agradecimiento.
Texto y fotos: Juan Carlos Pasalodos Pérez
Biblioografía:
-Leyendas Zamoranas – Francisco Romero López (1973)
-Leyendas de Zamora – Alberto Hernández (2021)
-Leyendas Españolas de Todos los Tiempos – José María Merino (2010)
-Leyendas Mágicas de España – Juan García Atienza (1997)
-50 Lugares en los que Pasar Miedo – Lorenzo Fernández Bueno (2011)
-Guía de la España Mágica – Juan García Atienza (1982)
-Segunda Guía de la España Mágica – Juan García Atienza (1984)
-Guía de Leyendas Españolas – Juan García Atienza (1985)
-Leyendas Populares Españolas – Jordi Vives (1985)
-La España Extraña – Javier Sierra y Jesús Callejo (Ed. Actualizada 2015)
Links:
http://elmurodegilgamesh.es
https://sites.google.com/site/lenguayliteraturadezamora/home/escritores-zamoranos/elcercodezamora
https://catedraldezamora.wordpress.com/
Cada día más interesante. A ver si se entera la Junta que debería interesarse así por el patrimonio. Un abrazo
Muchas Gracias Ricardo y compañía nos vemos
Me encanta! Precioso e interesantísimo artículo
Muchas gracias
Muchas Gracias Rocio, me alegro de que te guste…
Realmente y como siempre, gran trabajo. Gracias!