La Fabrica de Harina de Dueñas…
El Canal de Castilla es sin duda una de las obras de ingeniería hidráulica más importantes de las llevadas a cabo en España entre mediados del Siglo XVIII y principios del Siglo XIX y una de las más espectaculares de Europa. En su trayecto atraviesa 3 provincias, Burgos, Palencia y Valladolid y 38 municipios de Castilla y León. Su principal objetivo era el de servir como vía de comunicación y transporte para intentar solucionar el problema de aislamiento que sufría la meseta castellana, con la intención de transportar los cereales meseteros hasta los puertos del Cantábrico y hacerlos llegar a los mercados europeos.
Fueron Fernando VI y su ministro más influyente, el Marqués de la Ensenada los que proyectaron este ambicioso plan para impulsar la economía castellano-leonesa, teniendo en cuenta que por aquel entonces era la principal productora de cereales. Para ello contaron con el ingeniero Antonio de Ulloa, que tras dos años presentó el conocido “Proyecto General de los Canales de Navegación y Riego para los Reinos de Castilla y León”, proyecto que había realizado basándose en los trabajos previos del ingeniero francés Carlos Lemaur.
Las obras de este macro-proyecto comenzaron el 16 de julio de 1753 cuya pretensión inicial era la de construir 4 canales que unirían Segovia con Reinosa, con la intención de, en un futuro, atravesar la cordillera Cantábrica y poder llegar al mar por el puerto de Santander. El Canal del Norte pretendía unir Reinosa (Santander) con el sitio de Calahorra de Ribas (Palencia). De este tramo se llega a construir desde Alar del Rey hasta Calahorra de Ribas. El ramal Canal de Campos, que continuaría desde Calahorra de Ribas (Palencia) por la comarca de Tierra de Campos hasta Medina de Rioseco (Valladolid), se construye en su totalidad. Canal Sur, que tomaría las aguas del Canal de Campos en el sitio conocido como el Serrón (Grijota), para desembocar en el Río Pisuerga en Valladolid y que también se construye en su totalidad. Y el Canal de Segovia, que uniría Segovia con Villanueva de Duero (Valladolid) que nunca fue realizado.
Los tramos construidos se extienden por un recorrido de 207 kilómetros salvando un desnivel sobre el nivel del mar de 150 metros. Para que las barcazas pudiesen salvar estos desniveles, se construyen 49 esclusas a lo largo de su trazado que mediante un sistema de llenado y vaciado, permiten que las barcas asciendan o desciendan a voluntad y que hoy son dignas de admiración. No obstante, la llanura del territorio impedía la existencia de corrientes de agua en muchos de sus tramos y para ello fue necesario habilitar en sus dos orillas unos caminos por los que recuas de mulas unidas a través de grandes cuerdas (sirgas) tiraban de las barcazas desplazandolas en el sentido deseado. A estos caminos se les conoce hoy como caminos de sirga.
Así, el 14 de diciembre de 1849 comienza la explotación del Canal de Castilla. Un cuarto de siglo después, la apertura de la línea férrea Valladolid-Alar del Rey, con un trazado casi paralelo al del Canal de Castilla, motiva que se vea truncada su utilización “como vía de transporte y comunicación”. No obstante, a finales del Siglo XVIII la industria aprovecha su cauce proporcionando otros usos derivados de la fuerza motriz del agua, generando un desarrollo económico e industrial en las localidades por las que discurre y propiciando que nazcan fábricas de papel, harinas o curtidos entre otros. El Canal de Castilla ya no solo era una vía de comunicación y una arteria para irrigar los socarrones campos de Castilla, también era el responsable del despertar industrial de la Región.
Una de estas industrias fue la harinera “La Estrella de Castilla” (1840), construída en el término de Dueñas (Palencia) junto a la esclusa número 37, cuyo edificio, en aparente buen estado hoy permanece en estado de abandono.
En su interior podemos admirar el artesonado de madera que sustenta sus techos y que es capaz de mantener en pie al emblemático edificio.
En el suelo existen todavía palancas y mecanismos que abrían y cerraban las compuertas por las que las barcas cargaban la harina, o por las que la corriente de agua daban movimiento a los molinos que machacaban el trigo.
Una ventana se golpetea por culpa del viento que silba cuando pasa a través de los huecos que deja la madera deteriorada. Es el sonido del abandono y de la soledad.
Algún artista anónimo ha dejado su impronta en el lugar dando color a alguna de sus plantas vacías, o haciéndolas más siniestras.
En la última planta se conservan los pocos restos que quedan de la antigua maquinaria. Tolvas de selección de grano que no han podido ser recuperadas, pues están clavadas al suelo que las aferra a este lugar de soledad en perpetua agonía.
Una visita sin duda interesante a un lugar enclavado en un entorno fascinante. A los pies del edificio siguen deslizándose las aguas del Canal de Castilla, cuyos caminos de Sirga son hoy el deleite para el discurrir de aquellos que, bien andando o bien en bicicleta, quieren desconectar del mundanal ruido y dejarse embrujar por el sonido del agua que se golpea y arremolina cuando atraviesa alguna de sus bellas y espectaculares esclusas.
Texto y Fotos: Juan Carlos Pasalodos
Visita: Mayo 2018
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