HORNILLOS DE CERRATO, Tierra Adentro…

HORNILLOS DE CERRATO, Tierra Adentro…

3 septiembre, 2017 1 Por Juan Carlos

Si hay algo que tienen en común todos los pueblos del mundo, es que todos son diferentes, no existen dos iguales. Son como las personas. A este respecto hay pueblos que destacan más que otros por su grandeza, por su historia, por sus monumentos o por alguna particularidad en concreto y es en este punto, donde destaca Hornillos de Cerrato.

Hornillos de Cerrato es un pequeño pueblo situado al sur de la provincia palentina, dentro de la comarca del Cerrato. La comarca del Cerrato comprende territorios de Burgos, Valladolid y su parte más extensa, dentro de la provincia palentina. Esta comarca se denomina así debido a su peculiar paisaje, en el que se entrelazan extensos valles rodeados de numerosos cerros de laderas con pendientes suavizadas, cuyas cimas a la vez, son extensas llanuras. Para que el lector se haga una idea, si diésemos la vuelta al terreno como si fuese una tortilla de patata, el paisaje no variaría demasiado, pero como se suele decir, una imagen vale más que mil palabras.

Mapa de la comarca del Cerrato

Al pueblo se accede principalmente por la carretera comarcal P130 desde la A62 y ya desde varios kilómetros antes de llegar al pueblo, el paisaje se presenta espectacular. Evocador diría yo. El pueblo se asienta en un rincón de uno de los valles labrado por el arroyo Calzadas. El cerro que lo arropa,  muestra en su ladera, como cicatrices de guerra, una inmensa hilera de excavaciones que penetran en lo más profundo de la tierra. Son las antiguas minas de yeso, hoy abandonadas.

En lo alto del mismo cerro,  modificando por completo el paisaje, se muestran erguidos, imponentes, los molinos de energía eólica que han proliferado por toda la zona, rompiendo además la tranquilidad que se respiraba por estos páramos, en los que ahora predomina un zumbido perturbador.

Hornillos de Cerrato es hoy un pequeño pueblo con una población cada vez más envejecida y menos numerosa, lo que le augura un futuro incierto. No obstante, esta pequeña villa cuenta con construcciones bastante interesantes, como son la Iglesia de San Miguel del S. XIII y reformada en el S. XVII en estilo Barroco, la Ermita de Nuestra Señora de Belvis, su patrona, asentada en lo alto del cerro en la zona Sur del pueblo y la construcción más emblemática de la Villa,  el Castillo de los Enriquez, hoy en ruinas.

Esta fortaleza fue construida en su origen en la alta Edad Media y más tarde reconstruida por la casa de los Enriquez (Almirantes de Castilla). El castillo es de planta cuadrada y en su origen la construcción estaba reforzada por cuatro cubos redondos en sus vértices. Hoy solo se conserva uno de sus muros y parte del otro con el que hace ángulo recto, con dos de sus cubos. El hecho más destacado -y siniestro podríamos decir- fue cuando en enero de 1507 pernoctó en el castillo Juana I de Castilla (La Loca) con todo el cortejo fúnebre que transportaba los restos de Felipe I (El Hermoso) de camino a Tordesillas.

El camino que nos lleva hasta el castillo, es el mismo que asciende por la ladera del cerro hasta nuestro destino, las abandonadas minas de yeso. En febrero de 2017 el ayuntamiento se reunió con la diputación provincial de Palencia con el propósito de acondicionar las ruinas del castillo y parte de las minas de yeso con la  intención de poder realizar visitas como atractivo turístico.

Atreverse a introducirse en este entramado de galerías subterráneas no es baladí, y antes de hacerlo, tuve que acercarme a este lugar en varias ocasiones, tanteando las galerías hasta encontrar una que fuese más o menos segura. Hay que tener en cuenta que las bocas de entrada que existen sólo en este lugar son aproximadamente unas 200, aunque existen varias zonas de excavación con decenas de galerías en esta zona del Cerrato.

Estas galerías se adentran en la tierra cientos de metros, kilómetros podríamos decir y se unen unas con otras mediante otras galerías que se han excavado de forma transversal, conformando un auténtico laberinto. Si tenemos en cuenta que ciertas partes de las excavaciones hoy se han derrumbado, perderse en su interior está casi asegurado. Es por eso por lo que tuve que ingeniar un rudimentario sistema para no perderme e ir protegido con botas de seguridad, casco y un par de juegos de linternas con pilas de repuesto por si las moscas.

La excavación de estas minas comenzó en el año 1914 cuando se instaló en el pueblo la empresa Industrias Casero para comenzar con su explotación. El propio nombre del pueblo «Hornillos» hace referencia a los hornos donde se cocía el yeso. Con el paso de los años la empresa llegó a emplear a cerca de 50 trabajadores, entre gente del pueblo y personas llegadas de los pueblos colindantes de la provincia Palentina, llegando a extraer hasta 150 toneladas del mineral al día. Una vez extraído el mineral, éste se deshidrataba, se molía, se cribaba y se almacenaba para utilizarlo o venderlo como material de construcción. En el año 1980 las vetas de Yeso empezaron a agotarse y el negocio fue decayendo, lo que provocó el cese definitivo de la actividad en el año 1988.

Algunos años más tarde y debido a la climatología particular del interior de las minas, estas se utilizaron para el cultivo de setas y champiñones. Todavía hoy en el pueblo hay quien recuerda los «Champiñones Casero», actividad que no duró mucho tiempo y que dio paso al cese definitivo de toda actividad hasta el día de hoy. No obstante, no han faltado los que, haciendo un uso particular,  han utilizado alguna de las zonas de entrada como encerradero de ganado.

Como curiosidad, en el año 2011 la minas fueron elegidas por los vecinos del pueblo como el escenario para realizar una foto con la que presentarse a la 5ª Edición de Mi Pueblo es el Mejor, que organizaba el Diario Palentino. La instantánea nos traslada hasta la Prehistoria y recoge a un grupo de trogloditas en sus tareas diarias dentro de una caverna, en la que se dibujaron simuladas pinturas rupestres. El inigualable escenario y una gran puesta en escena dieron como resultado la victoria en el concurso, resultando elegido Hornillos de Cerrato como Mejor Pueblo de Palencia.

Pero vayamos al grano. He venido hasta este increíble lugar con la intención de hacer un pequeño recorrido por su interior y realizar un reportaje fotográfico, con el que mostrar las entrañas de este oscuro, tenebroso y a la vez majestuoso lugar abandonado. Así pues, vamos a ello.

Me sitúo frente al túnel elegido para la incursión ya con todo el equipo preparado. Sobre el casco una linterna frontal iluminará mis pasos mientras que una linterna potente de gran alcance me servirá para visualizar lo más profundo de las galerías que me vaya encontrando por el camino, por si en alguna de ellas hubiese algo que merezca la pena acercarse a ver.

Los primeros pasos de tanteo, en los que uno apoya el pie como sin querer tocar el suelo, revelan que este, está cubierto por una gruesa capa de finísimo polvo que cubre por completo el exterior de la suela de mis botas de seguridad, enmudeciendo además mis pisadas. Pronto me rodea la oscuridad y me doy cuenta de que dentro de las galerías reina un silencio hermético. El tipo de mineral del que están compuestas estas montañas, hace que en el interior de las minas el sonido se amortigüe, como si estuviésemos en una habitación insonorizada, o como cuando entramos en una sala de cine. No existe ningún tipo de eco ni reverberación.

Este mismo mineral es que que  provoca que el techo de todo el conjunto de galerías esté liso y al mismo nivel,  ya que su formación geológica se compone de capas de distinto grosor sobrepuestas y seguramente a la hora de realizar la excavación, se ha utilizado una de estas capas como referencia. La altura en el interior de las minas estimo que es de unos 5 – 6 metros y el ancho de cada galería varía dependiendo de las zonas, desde los 3 hasta los 5 metros más o menos.

Durante los primeros diez minutos pude observar las primeras bifurcaciones laterales, en las que se presenciaban numerosos derrumbes. Pronto alcance una inacabable galería en aparente buen estado, que fue la que guió mis pasos a las entrañas de este intrincado laberinto de túneles.

Tras media hora de recorrido por aquella galería, parándome a visualizar todas y cada una de las bifurcaciones que me encontraba en el camino, llegue a una curiosa «sala» cuadrada, con una gigantesca columna cuadrada en el centro. Era como estar en el interior de una especie de catedral rupestre.

Continué el recorrido por uno de los pasillos laterales que partían de aquella estancia granítica y al poco me encontré con algo que me puso el vello de punta. No era más que el cadáver de un perro pero, mis interrogantes sobre qué hacía allí aquel pequeño animal me generó bastante acongoje. ¿Qué hacía allí aquel animal? ¿Había muerto y su dueño se tomo la gran molestia de adentrarse hasta aquí para abandonar su cuerpo? ¿O quizás el pobre animal se había adentrado en este laberinto y no consiguió salir de aquí? Si es esta última pregunta era la respuesta, cuando los perros son animales con una orientación extraordinaria, ¿Me encontraría yo en un punto sin retorno? Trague saliva y continué mi camino…

No muy lejos del chucho, alcance una galería que parecía bloqueada en su fondo, llena de antiguos bidones de chapa llenos hasta los topes de tierra. Son los vestigios de la frenética actividad del pasado que hoy permanecen inertes, esperando a que la tierra los entierre para siempre.

Estos bidones no fueron los únicos vestigios que encontré relacionados con la actividad de las minas, ya en las ocasiones anteriores en las que estuve rastreando las bocas de entrada me tope con los restos de un camión, latas de conserva y hasta una caja fuerte.

Lejos de aquellos bidones y tras largo tiempo caminando en el que solo encontré galerías con derrumbes y algunas inundadas parcialmente, llegue a un punto en el que el solo podía continuar por la izquierda o por la derecha. En aquel lugar oscuro y silencioso era como elegir entre la pastilla azul o la roja. Mientras pensaba por donde continuar algo llamó mi atención. Era como un siseo o una especie de pequeño silbido permanente. Decidí entonces continuar por la galería de la derecha y cual fue mi sorpresa cuando tras dar los primeros pasos, de repente decenas de murciélagos empezaron a revolotear de un lado para otro a toda velocidad. Creo que mi presencia los alborotó. Eran tantos y pasaban tan cerca que podía notar en mi cara el aire del aleteo, por lo que en un acto reflejo me agache y cubrí mi cabeza con la capucha de mi cazadora de neopreno.

Sin duda, a aquella galería la podríamos bautizar como la cueva de los murciélagos, pues era la única en la que me encontré con estos quirópteros. Me sentía como Indiana Jons en las minas del rey Salomon. En un primer momento pensé en retroceder y volver por donde había venido, pero algo llamó entonces mi atención. A lo lejos, se distinguía un pequeño reflejo. Como si algo brillará en la oscuridad. Sin pensármelo dos veces, con la capucha sobre la cabeza y mirando al suelo, atravesé la galería atestada de murciélagos a toda prisa.

Cuando llegué al final y sin tantos murciélagos revoloteando, aproveché para sacarles un par de fotos. El reflejo era un trozo del mineral cristalino del que se extrae el yeso -que aquí dentro se encuentra por todas partes- que reflejaba la luz que entraba por otra larga galería que daba al exterior.

En mi mente no estaba finalizar el recorrido tan pronto, pero después de algo más de dos horas deambulando por el interior de este laberinto subterráneo, el susto de los murciélagos y por no tentar a la suerte, decidí salir por allí al exterior. Esta galería no se encontraba en las mejores condiciones, numerosos derrumbes dificultaban el paso provocados por la filtración de agua que ahora cubría gran parte del suelo. La mezcla arcillosa de la tierra con el agua se iba acumulando en la suela de mis botas haciéndome avanzar con cierta dificultad, hasta que por fin, y tras saltar por encima de un montón de tierra, conseguí salir al exterior.

A la salida me quedé perplejo. Parecía desorientado, no alcanzaba a entender cómo había salido por aquella parte de las minas teniendo en cuenta el lugar por el que había entrado. Pero esta circunstancia es normal cuando se anda por subterráneos, la percepción de la orientación del recorrido que se está haciendo suele ser bastante diferente con el que se hace realmente y es por eso que inicié mi recorrido desde una galería situada en la parte central de la hilera, desde donde solo se ve monte, y acabé saliendo por una boca semienterrada situada justo encima del pueblo, aún así, la experiencia ha merecido la pena.

Evidentemente un lugar como este, ha servido de germen de leyendas de todo tipo, como las que aseguraban que desde el interior de las minas salían sonidos extraños, o que en su interior existía una entrada a una ciudad subterránea donde habitaba una civilización ancestral. Aunque también han sido muchos los padres y madres los que han utilizado el lugar para inculcar miedo a los más pequeños que no querían obedecer, diciéndoles que si no hacían caso subirían a buscar al coco o al mismísimo hombre del saco que parece ser, vivían en su interior, y ya de paso disuadirles de que se atreviesen a entrar en las minas  y evitar que se perdieran en su interior, cosa que ya ha pasado en alguna ocasión.

Esta es la historia de este insólito y espectacular lugar. Un lugar caído en el silencio y el olvido pero que en su día modificó y marcó la forma de vivir de la gente de este pequeño pueblo de la provincia palentina, modificando su paisaje para siempre.